El tiempo de selección terminó por ahora. Fueron días en los que todos los aficionados le dimos un seguimiento especial a la eliminatoria.
Dos partidos en casa y cuatro puntos logrados de los seis soñados. Pero estos cuatro puntos por los diferentes marcadores acortan la distancia para llegar a Rusia.
No voy a redondear en los comentarios de los partidos ya que se ha escrito, hablado mucho y realizamos nuestro propio análisis en el diario La Nación. Lo que queda claro una vez más es que los partidos de clasificación son apretados y ajustados, posiblemente así serán hasta la última fecha.
Lo que sí parece seguro es que Costa Rica estará en la etapa final del próximo Mundial en las tierras de Dostoyevski y Tolstói.
Sabemos que el fútbol es un deporte colectivo, pero formado por individualidades y aunque respeto a los entrenadores que dicen: “No hablo individualmente, sino del equipo”. La verdad es que la diferencia la hacen los jugadores.
Veamos por ejemplo el partido ante Trinidad y Tobago. Keylor Navas fue determinante en el marcador al realizar cinco extraordinarias tapadas que nos salvaron de una derrota.
Y el gol de la victoria, en piernas de Bryan Ruiz, tras una buena acción de Marco Ureña, que peleó un balón casi perdido; ahí está la parte individual, la calidad del jugador. Bryan cambia la historia del partido. Se jaló una gambeta para quitarse a dos rivales y el toque perfecto con borde externo para filtrar por un pasillo único y colocarla donde no pueden llegar los arqueros.
Entonces, ¿cómo no hablar individualmente si las acciones de Keylor y Bryan cambian la historia de un partido en el que el funcionamiento por ratos fue desteñido y dejó en evidencia dificultades en juego de la selección tica? ¿Qué hubiese pasado si estos dos futbolistas no hubiesen tenido esas intervenciones?