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En manos del Señor: Al encuentro de Jesús

La búsqueda de Jesús es una constante que debe estar en nuestra vida cotidiana.

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Este domingo sale a nuestro encuentro, en la liturgia, un leproso que busca a Jesús. Quisiera insistir en esta primera idea: la búsqueda de Jesús. Hace ocho días el Evangelio terminaba señalando que todos buscaban a Jesús y Él se marchaba a otros lugares a anunciar la Buena Noticia.

El leproso se coloca ante Jesús y le dice: “si quieres, puedes limpiarme”. Quisiera detenerme en este segundo punto: la lepra a la luz de la primera lectura que se nos proclama en la misa de este día no solo es una enfermedad física, sino que también lo marginaba de la vida social, quizás por medidas sanitarias y terminaba marcándolo no solo en su piel, sino social y religiosamente.

Tenemos a alguien marginado de la vida en sociedad en el tiempo de Jesús, pero debemos pensar cuáles son las “lepras” que hoy marginan a hombres y mujeres de la vida en sociedad y de la iglesia, de la vida religiosa y de la relación con Dios.

El Jesús que San Marcos nos presenta, pone en cuestión quién es Dios para nosotros y quiénes son los otros para nosotros.

Quisiera recordar una frase de mi director espiritual en los primeros años de Seminario, y que hoy goza de la presencia de Dios, el padre Luis María Vadiola, que decía: “Dios siempre quiere, somos nosotros los que no queremos”. Encuentro una resonancia con la expresión del papa Francisco, también jesuita como el Padre Vadiola, que dice: “Dios siempre está dispuesto a perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”.

Jesús responde al leproso de manera significativa: “Quiero, queda limpio”.

Nos encontramos con Jesús en cada misa, en cada sacramento y en cada momento de oración y hemos dicho que los encuentros con Jesús nunca son inofensivos, siempre nos cambian algo, siempre nos quieren dar vida más plena.

Debemos revisar nuestra disponibilidad ydecirle a Jesús: “Si quieres puedes intervenir en mi vida”, sabiendo con certeza que su respuesta será: “Quiero, queda limpio”. Después del encuentro no podemos quedarnos callados, como lo hace el leproso que ha sido curado.

El leproso nos da una lección, porque nos enseña a encontrarnos con Jesús y a no quedarnos callados, sino a salir a contar las maravillas que hace por nosotros y esto se cuenta con nuestra vida, con nuestros gestos y actitudes. Seguir a Jesús es parecernos a Él cada vez más en la manera en que vivimos.

Por el sacerdote David Solano Chaves, Delegado Episcopal de Pastoral Social de San José

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