Para la campaña política del 2015 en Guatemala, y como si me importara, critiqué que se lanzara como candidato el humorista Jimmy Morales.
El artista llegó a la presidencia y “gobernó” del 2016 al 2020. Aprovechó la molestia del pueblo que reclamaba cambios profundos y, como todos, prometió combatir la corrupción.
La forma de combatirla fue rechazando, después de once años, la permanencia de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, organismo promovido por la ONU para desactivar las mayores redes corruptas del país.
Además, varios familiares del humorista fueron acusados de participar en un presunto fraude con recursos públicos.
La llegada de Morales al gobierno chapín me recordó que antes, para el mandato del 2002 al 2006 los ticos escogimos a don Abel Pacheco, quien pasó de ser un comentarista de televisión, a la presidencia. Creí que con el caso Pacheco, más lo que visto en Guatemala, íbamos a quedar curados. Nada que ver.
Para el próximo gobierno, en una de las etapas más críticas en nuestra historia, la postpandemia, aparecen como candidatos los suceseros Greivin Moya, Fabricio Alvarado, y como si no estuviéramos en shock con este circo al que también se sumó Eli Feinzaig, el imitador Elvis Tico anuncia que se postulará para presidente, como lo dijo en La Teja. Ceí que era broma pera va en serio.
En la celebración del bicentenario y con una pandemia que nos ahoga por todo lado, lejos de madurar como pueblo democrático, las próximas elecciones se han convertido en un verdadero circo. Si con Morales Guatemala pasó a Guatepeor, Costa Pobre será un piropo.