OPINIÓN: Por fin una campaña política libre de besos y de falsos gestos de sencillez

Hacer una campaña inteligente, lo que es mucho pedir, es el primer gran obstáculo del montón de politiquillos, de todos los colores y sabores, que están brotando debajo de cada piedra porque se creen presidenciables, más los rostros añejos que siguen insistiendo a pesar de que el pueblo, una y otra vez, los ha rechazado.

El reto de conseguir votos, con las limitantes impuestas por el covid-19, no será fácil ya que no podán embobar a la gente con las viejas costumbres de tener que darse un baño de pueblo para alzar carajillos orinados, andar besando humildes doñitas que se ponen felices al verlos, ni fingiendo que disfrutan de un gallo de salchichón que alguna familia, con todo el cariño del mundo, se quitó de la boca para dárselos.

Otra bronca que tienen es que la pandemia nos ha maltratado tanto que la gente no comerá cuento (eso espero) con milagrosas promesas. Deberán ser muy claros en cómo pondrán este país en marcha, en especial cuando algunos de los actuales diputados bombardean, con fines electorales, los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional. Me los imagino en la silla presidencial, sin plata y sin cara para pedir prestado por la mala fama que tendremos de no honrar los acuerdos.

Otro de los retos es que la situación está tan furrris, que el electorado tendrá que ver cual político se atreve a ofrecer salidas serias y de fondo, no tenemos tiempo para desgastarnos en temas como el matrimonio homosexual y la religión, como ocurrió la pasada campaña.

Toda elección presidencial es seria, sin embargo, ninguna escogencia en las últimas décadas será tan importante como determinar el primer gobierno postpandemia.