Sucesos

23 años de cárcel para la familia sancarleña que rifaba mujeres en bares

Las cuatro personas sentenciadas fueron detenidas en el 2016 durante varios allanamientos

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Cuatro miembros de una familia sancarleña pasarán los próximos 23 años detrás de las rejas. La tarde de este jueves fueron condenados por dirigir una banda dedicada a la trata y explotación sexual de mujeres. Los 23 años les fueron recetados a cada uno.

Este caso se dio a conocer en noviembre del 2016, cuando la Policía Profesional de Migración allanó dos bares en La Fortuna y otro en San Ramón. En los tres se daba la prostitución de varias jóvenes nicaragüenses, quienes incluso eran rifadas entre los “clientes” que compraban cervezas.

Por este sonado caso fueron sentenciados Edín Herrera Carrión, Dilma Herrera Carrión, Erica Hernández Valle y Clara Hernández Valle. Una joven de apellidos Rivera Carrión fue dejada en libertad, ya que no se encontraron pruebas suficientes para condenarla.

El encargado de dar a conocer la sentencia fue el juez Luis Fernando Calderón, quien indicó que la condena de 23 años se debe a los delitos de asociación ilícita, trata agravada de personas y proxenetismo (prostitución).

Marco Mora, fiscal a cargo del caso, mencionó que las declaraciones de 5 de las 15 mujeres que fueron víctimas de esta familia fue vital para conseguir la condena. Fueron las afectadas quienes contaron todo lo que sufrieron dentro de esos bares.

“Para la Fiscalía de San Carlos y la de La Fortuna resulta muy satisfactoria la condena, es una muestra de un trabajo bastante serio que realizó la Policía de Migración, una investigación que fue hace un año, que reveló una organización conformada por una familia que estaba lucrando con la dignidad humana, con ciudadanas nicaragüense que traían mediante engaños a Costa Rica”, mencionó.

Durante las conclusiones del juicio, Mora dijo que las mujeres fueron humilladas de toda forma, ya que eran tratadas como objetos que podían ser adquiridos por los clientes que más cervezas y guaro compraran en el local.

“En uno de esos bares, en San Carlos, llamado Los Acostados, se rifaban a las mujeres entre los consumidores de licor. Si los clientes compraban un par de cervezas, les daban un número para que participaran en una rifa. El ganador de esa rifa tenía derecho a tener relaciones sexuales con una de las muchachas”, señaló.

Según se dio a conocer durante el juicio, varios de los integrantes de esta familia viajaban hasta Nicaragua para captar a sus víctimas. Les ofrecían trabajo como saloneras o cocineras en los bares, pero todo era un engaño.

También les decían que por semana les pagarían ¢80 mil, una cantidad que en Nicaragua solo conseguían después de dos meses de trabajo.

Una vez que las mujeres llegaban a Costa Rica la banda les quitaba todos sus documentos y las convertía en esclavas.

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