Sucesos

Tica se fue engañada a México y la convirtieron en exclava sexual

Joven vivió infierno en tierras aztecas por cumplir su sueño de un trabajo digno y bien pagado

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“Un día (en Costa Rica) se me acercó un hombre y me preguntó si yo no estaba cansada de la vida que estaba llevando en la prostitución, yo le dije que sí, pero que no podía salir de eso. Él me dijo que tenía una oferta muy bonita para mí, que si yo quería salir del país para darles una mejor vida a mis familiares podría ganar en dólares y hacer plata rápido para mandarle a mi familia”.

Decirle sí al ofrecimiento que le hizo ese hombre fue una de las peores decisiones que Olga tomó en su vida, porque ese día se convirtió en una esclava sexual y estuvo a minutos de ser asesinada en México.

Gracias a la Fundación Rahab, creada hace 22 años para ayudar a las personas metidas a la fuerza en el comercio sexual y a sus familias, les traemos la desgarradora historia de una tica quien justo cuando quería salirse de las garras de la prostitución, cayó en el fondo más profundo y está viva de puro milagro.

No damos el nombre y apellidos, ni tampoco fechas reales para proteger a Olga, quien tenía 18 años cuando la vida le pasó de castaño a oscuro.

Aquel hombre de la promesa de una mejor vida le dijo que conocía personas que podían ayudarla. En un principio el único contacto fue él, después, otras personas se acercaron para ayudarle a sacar bien rapidito los papeles.

“Me dijeron que podía trabajar en lo que quisiera, como mesera, recepcionista en un hotel o como masajista, que me pagarían muy bien y en dólares. Al inicio ellos me dieron 500 dólares (unos 250 mil colones aproximadamente) para que le dejara a la familia aquí en Costa Rica, después de eso me hicieron todo el papeleo necesario y me sacaron del país. Cuando eso pasó yo tenía 18 años”.

Con tremendas ilusiones Olga viajó a México, tenía la promesa de una mejor vida y lo mejor, fuera de la prostitución.

No viajó sola, iban otras muchachas con el mismo cuento. Ellas solo querían llegar rápido a tierras mexicanas para comenzar a ponerle bonito en los nuevos bretecitos y dejar atrás un difícil pasado entre hombres y constantes agresiones.

Infierno azteca

Una vez en México todo cambió de inmediato. Les dejaron claro que habían llegado como esclavas sexuales y que tenían que pagarles a ellos (una banda organizada internacionalmente para reclutar muchachas y convertirlas en prostitutas para sacarles toda la plata posible).

Todo lo que habían invertido en ellas: el papeleo, la comida, el pasaje, lo debían, eran en total mil dólares (medio millón de colones aproximadamente) que tenían que pagar sí o sí.

“Al principio nos ponían a bailar y a tener sexo con hombres, esos hombres les daban el dinero a los que nos engañaron; nos tenían encerradas, nos daban la comida por debajo de la puerta, sólo comíamos arroz pelado y tomábamos agua, después nos decían ‘alístense’, entonces nos sacaban por otra puerta que iba a dar a un night club”.

La vida pasó a ser un infierno, a Olga y tres muchachas más las tenían en un cuarto encerradas y había días que no les daban ni de comer; si alguna no lograba un cliente, entonces ni agua les daban como castigo; a la que reclamaba algo le pegaban. Como la banda sabía donde vivían las familias en Costa Rica, las amenazaban diciéndoles que si no obedecían mataban a todos los seres queridos.

Corriendo por la vida

Recuerda que un día un miembro de la banda (estuvo secuestrada y obligada a prostituirse durante casi dos meses) le aseguró que la iban a matar. El motivo fue porque estaban hartos de que la tica pasara llorando todos los días y suplicando que la liberaran.

“Usted hoy se muere porque se muere”, le insistieron, por eso junto con otra muchacha se armaron de valor y escaparon. Contaron con la suerte de que a uno de los guardas se le suavizó el corazón y les dejó una puerta abierta por un ratico.

Las dos lograron escaparon con el pasaporte y en ropa interior, no hubo tiempo ni de vestirse, así llegaron a una estación de policía y ahí les ayudaron.

Más detalles de su fuga no tenemos. Esta es la información que detalla la Fundación Rahab sobre Olga.

“En total éramos como doce ticas y como ochenta de otros países. A una china la mataron delante de nosotras para que viéramos de lo que ellos eran capaces, la ahorcaron delante de nosotras. En ese lugar había mujeres de China, Bulgaria, Guatemala, Estados Unidos.

Vida de agresiones

Olga creció con un padre irresponsable y alcohólico, totalmente ausente. La mamá era quien tenía que luchar por sacarlas adelante (eran cinco hermanas), por eso pedía plata en las ferias del agricultor y de puerta en puerta, también limpiaba casas cuando la llamaban.

“Tengo tres hijos y tengo buena relación con ellos, los chineo mucho, la primera la tuve a los trece años, el muchacho con el que la tuve me empezó a enamorar y yo no sabía cómo cuidarme. Tuvimos relaciones cuando yo estaba en quinto grado de la escuela y como yo me desmayaba mucho (en clases), entonces la maestra y la directora me llevaron a la clínica. Así se dieron cuenta que estaba embarazada, ni yo sabía”.

De la iglesia a las esquinas. Ya con una hija tuvo que ponerse a trabajar y como no tenía ni quince años le ayudaron a conseguir una cédula falsa.

Entre el trabajo, su hija y la iglesia, pasaban los días de Olga, hasta que llegó a la tienda donde trabaja un amigo y le dijo que él conocía un señor al que tenía como loco y le preguntó si quería ganarse 100 dólares en menos de una hora.

“'¿Qué me va a pasar si me voy con ese señor y me gano esa plata?' Me pregunté, en otro lugar tendría que estudiar un montón para ganarme ese dinero… y me fui con él. Después el señor me fue citando otro día y otro, entonces dejé de trabajar y de ir a la iglesia. Así fue que me metí en el mundo de la prostitución”, recuerda Olga.

Una mujer con más edad que Olga la metió de lleno en la prostitución y Olga se encargó de meter a sus otras cuatro hermanas en ese ambiente, solo que las hermanas se devolvían a cierta hora a la casa con lo ganado, Olga se quedaba en la calle, asegura que estaba tan metida en ese mundo que sin pensarlo pasó de prostituirse en bares y en las esquinas.

La calle la llevó a las drogas. Al principio le daba plata a la mamá para que le cuidara la chiquita y el resto lo usaba para drogarse. La prostitución la tuvo al borde de la muerte cuando un oriental casi la ahorca. Luego vivió la pesadilla en México, de casi dos meses, y al final la Fundación Rahab logró que dejara la calles definitivamente a los 25 años.

“Me decidí a abandonar la prostitución por todo lo que había pasado, por pensar que en muchos momentos estuve al borde de la muerte y porque pensé en mis hijos”, asegura Olga, quien logró rehacer su vida.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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