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Cineastas del Magreb muestran en Cannes unas sociedades que "asfixian"

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"Nuestros países son muy bellos pero la gente se asfixia en su interior", explica la directora Erige Sehiri que, como otros cineastas del Magreb presentes este año en Cannes, muestra una juventud al borde de la explosión.

En su primer largometraje "Les figues", presentado el sábado en la Quincena de Realizadores, la joven cineasta sitúa la acción en un campo de higueras en el Túnez rural, donde trabajan mayoritariamente mujeres.

En contraste con un campo abierto, donde los árboles se pierden en el infinito el espectador recibe una impresión totalmente diferente: una ratonera de la que las mujeres no pueden escapar.

"Tenía ganas de decir: 'miren es bonito, pero eso es todo'. Nuestros países son así, son muy bellos, pero los jóvenes se asfixian en su interior", explica la cineasta a la AFP.

Es una película coral, en la que las mujeres son perseguidas, acosadas. Algunas escapan por poco a una agresión sexual.

El amor y el sexo está en la mente de todos, pero nadie habla abiertamente.

"Quería abordar el tema del acoso sexual contra las mujeres. Aunque en Túnez la cuestión se toma más bien en serio, en el campo el algo cotidiano para las mujeres, e impera el silencio", destaca.

Como si se tratara de una alegoría, los cuerpos de las trabajadoras parecen estar listos para ser "cosechados" por los hombres.

Hombres que, explica la directora, sufren igualmente en silencio la imposibilidad de vivir libremente su sexualidad.

La directora nació en Francia de padres tunecinos, y rechaza que se haya basado en clichés. Sehiri se limitó a imaginar "una minisociedad tunecina, y más globalmente, magrebina".

En cambio, la marroquí Maryam Touzani aborda en "Le bleu du Caftan", presentado en la sección Una Cierta Mirada, la imposibilidad de vivir la homosexualidad en su país.

Para el actor Adam Bessa, que interpreta a Ali en la película "Harka", de Lofty Nathan, de lo que se trata es de "la imposibilidad de vivir como uno desearía".

La película cuestiona el destino de la Primavera Árabe, que trajo la democracia, pero también la guerra civil, a muchos países árabes.

La corrupción, la ausencia de oportunidades, la pobreza endémica siguen ahogando a todas esas sociedades, diez años después de la inmolación de un joven vendedor ambulante tunecino, Mohamed Bouaziri.

La única posibilidad es escapar a Europa.

Es "la desesperanza de una generación que siente que le impiden vivir", explicó a la AFP Lotfy Nathan.

"Es ese sentimiento de estar al límite, de decirte que lo has intentado todo, que has dado lo mejor de ti, pero que no sirve de nada. Finalmente no hay nada más violento que la ausencia de esperanza", explica Adam Bessa.

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