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Libios se enfrentan a traumas después de décadas de conflicto

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Las décadas de violencia en Libia han dejado cicatrices en los cuerpos y las mentes de gran parte de su población, creando una crisis de salud mental que el país no está preparado para afrontar.

Mayada Mohamad, residente de Trípoli, tenía 10 años de edad cuando estallaron las protestas contra el dictador Muamar Gadafi, que se convirtieron en levantamiento armado que lo derrocó y hundió al país norteafricano en el caos.

En 2019 ella abandonó el colegio a causa de otra ronda de enfrentamientos, y hoy en día raramente sale de casa.

"Dejar la casa es realmente difícil porque apenas lo hago me siento débil, mi corazón se acelera, me mareo y siento que me voy a caer", contó.

La casa de su familia está en la carretera entre la capital y el aeropuerto, una ruta en la que se han dado grandes batallas, la más reciente durante el asalto del jefe militar del este libio, Jalifa Haftar, sobre Trípoli.

Su fallida ofensiva, que se prolongó un año, agravó el trauma de Mohamad y sus hermanos, de 12 y 14 años.

"Ellos no conocen otra cosa que la guerra y el terrible sonido de los disparos, balas y morteros sobrevolando nuestra casa", señaló.

"Los niños libios son las víctimas de la guerra", dice la joven abrazando un almohadón, "pero nadie escucha sus voces".

Ali Miladi, profesor de inglés en un colegio de Trípoli, dice que cuando cierra los ojos todavía escucha el fuego de morteros y ve cadáveres.

El hombre de 44 años fue combatiente en Misrata durante los meses de asedio de las fuerzas de Gadafi sobre esa ciudad en 2011.

Hoy día "me duele ver a niños que solo conocen la guerra", dice el hombre, padre de tres hijos.

"Tristemente, Libia no tiene suficientes servicios para tratar a la gente que sufre de trauma por la guerra", indicó.

Pese a un alto el fuego de un año y la instalación de un gobierno de unidad, la seguridad continúa siendo frágil en el país, y la violencia es habitual.

La amenaza constante de derramamiento de sangre hace difícil que la gente supere sus traumas, comenta la psicóloga clínica Malak Ben Giaber.

"Cuando hablamos de trauma postconflicto, es muy difícil definir dónde está el 'post'", indicó.

"¿Dónde termina el trauma? ¿Será cuando se firma un acuerdo de paz? ¿Será cuando callan los fusiles?", preguntó la especialista.

Ella también lamenta la carencia de servicios de salud mental, que están fuera del alcance de la mayoría de los libios.

La guerra diezmó hasta los servicios médicos básicos, y el apoyo psicológico perdió relevancia.

El hospital Al Razi de Trípoli es la única instalación estatal con atención psiquiátrica en todo el oeste y sur del país, con lo cual para algunos pacientes, simplemente ver a un especialista o renovar una prescripción implica horas de viaje.

Hay pocas cifras confiables sobre la salud mental de los libios, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que al menos uno de cada siete habitantes requiere apoyo psicológico.

Además, abordar temas de salud mental ha sido un tabú en el país.

Pero la psicóloga Ben Giaber dice que eso ha cambiado gradualmente con la llegada de la televisión satelital en 2000, seguido de las redes sociales.

"La gente ahora habla abiertamente de no estar bien, de sentirse preocupada o ansiosa", comentó.

Indicó que "palabras como 'depresión' y 'ansiedad' se usan más fácilmente".

Nisreen Adham, una banquera convertida en terapeuta, abandonó Trípoli y se radicó en Reino Unido en 2014, huyendo de los combates.

Dijo que pasaron dos años antes de que pudiera "exponer" su trauma.

"En Libia estos temas se complican por el hecho de que aún es una zona de conflicto o de postconflicto, no es el mejor sitio o momento para abordar temas de salud mental", indicó.

Adham dice que dos años de terapia intensiva y recapacitación profesional le permitieron comenzar a sanar.

"Hacer eso en un entorno de conflicto es mucho más complicado", explica.

Pero los libios que siguen en el país "se enfrentan a ello, como lo hace la gente en cualquier lugar", señala Ben Giaber, quien agrega que algunos incluso logran "crear esperanza" pese a las dificultades cotidianas.

Miladi coincide con ese mensjae.

"Algunos han encontrado la fortaleza de salir del túnel y continuar pese a su dolor", señala el profesor.

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