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Los tambores tradicionales del taiko hacen vibrar las almas en Japón

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En una sala de madera en la isla de Sado, en el mar de Japón, Yoshikazu Fujimoto, de 71 años, golpea el imponente tambor situado frente a él con tal potencia que hace vibrar el suelo.

Fujimoto es un veterano intérprete del taiko japonés, una forma musical que encuentra sus raíces en los ritos religiosos, el teatro tradicional y las fiestas folclóricas de Japón.

Sin embargo, a pesar de su antigüedad, el taiko como espectáculo es una invención relativamente moderna, desarrollada en los años 1950 por el batería de jazz Daihachi Oguchi y popularizado por uno de los grupos más celebres de Japón: el colectivo Kodo de la isla de Sado.

Fujimoto es el mayor de los 37 miembros de esta banda, que deben pasar un riguroso programa de formación. Se fundó para atraer visitantes a Sado, en la costa oeste de Japón, con sus giras nacionales e internacionales.

"El taiko es como una plegaria", explica Fujimoto, llegado a Sado en 1972 para unirse al grupo que se convertiría en Kodo.

"Antes se decía que toda la zona donde resonaba el tambor formaba una sola comunidad", explica. "Con el taiko (...), quiero formar una comunidad con el público y enviar un mensaje de convivencia y de compasión".

Es el proyecto de toda una vida para Fujimoto, especialista del o-daiko, un enorme tambor único montado sobre un soporte y tocado por un músico de pie, de espaldas al público y con los brazos alzados por encima de la cabeza para percutir.

El golpe provoca un intenso sonido que penetra en la caja torácica y hace vibrar el cuerpo.

Yoshikazu Fujimoto acompaña su esfuerzo de gritos, mientras los músculos de su espalda casi desnuda se contraen bajo las correas de su túnica.

"Soy un solo cuerpo con el sonido", dice. "Tocar el taiko me da la sensación de estar vivo", añade.

Las actuaciones del colectivo Kodo van desde el poderoso solo del o-kaido a piezas con flauta y canto o interludios cómicos.

Taiko significa simplemente tambor en japonés y los artistas utilizan dos tipos distintos. El primero está fabricado por un solo tronco vacío, con piel de vaca o caballo clavada a sus extremos. El segundo usa una piel tendida sobre anillos sujetos por cuerdas a una estructura de madera.

Estos instrumentos se emplean desde hace siglos en rituales religiosos y en el teatro tradicional.

Pero las actuaciones modernas de taiko son más próximas a fiestas folclóricas japonesas donde los grupos, a menudo compuestos por habitantes de la zona, tocan en las calles o los campos para unir comunidades, ahuyentar malos espíritus o rezar por una buena cosecha.

El taiko contemporáneo se inspira mucho y "se combina con espectáculos en vivo tradicionales más formales para evolucionar hacia lo que vemos ahora", explica Yoshihiko Miyamoto, presidente de la empresa Miyamoto Unosuke que fabrica estos tambores desde 1861.

Esta transición no se explica sin el artista de jazz Daihachi Oguchi, que llevó los tambores al escenario en los años 1950. Después, en 1969, el músico Den Tagayasu se instaló en Sado para fundar un grupo de taiko que, según él, atraería jóvenes a la isla y la revitalizaría.

Fue el caso de Fujimoto, que dejó su Kioto natal para unirse al grupo y se ha quedado en Sado, donde ayudó a fundar Kodo.

Para unirse a la banda hay que pasar una dura formación de dos años durante la que los alumnos, de 18 a 25 años, viven en dormitorios, sin teléfono ni televisión.

"La jornada empieza a las 5h de la mañana cuando salimos para estirarnos. Luego empezamos a limpiar y pulir los suelos", explica Hana Ogawa, una joven de 20 años que termina este año su aprendizaje.

Los discípulos luego salen a correr y pasan el día entrenando, interrumpiendo su práctica solo para comer. A la semana disponen de un solo día libre.

"Estoy contenta porque amo el taiko. He perseguido este objetivo y lo he conseguido, con lo que es un sueño hecho realidad", dice a AFP.

En los últimos años, el taiko ha ganado en popularidad en Japón y en el extranjero.

"Tiene el poder de conectar a la gente", explica Miyamoto. "Sobre todo en nuestra época, escuchas el sonido de máquinas por todos lados, pero el taiko utiliza piel y un cuerpo de tambor hecho de madera".

"Es como un sonido de la naturaleza, muy orgánico. Pienso que es una de las razones por las que llega directamente al alma".

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