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Nueve días de caminata para ver al papa Francisco en Sudán del Sur

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Hanah Zachariah se lo había prometido: asistiría a la misa del papa Francisco durante su esperada visita a Juba, capital de Sudán del Sur, aunque para ello tuviera que caminar nueve días en sandalias.

El jueves, la joven, de 20 años, llegó a la periferia de Juba, al cabo de una marcha de 400 kilómetros desde su ciudad, Rumbek, más al norte.

No fue la única: unos sesenta jóvenes, acompañados de religiosos, también hicieron la peregrinación, ondeando banderas, cantando y predicando al unísono en un país devastado por años de guerra civil.

"Caminamos por la paz. Cuando lleguemos a Juba, iremos a recibir al papa. Estoy muy contenta de verlo", dijo Hanah a la AFP. Tras ella, los automovilistas hacían sonar el claxon al paso del colorido convoy.

El papa Francisco, procedente de República Democrática del Congo, iniciará este viernes una visita de tres días a Sudán del Sur, un país mayoritariamente cristiano que se independizó en 2011 de Sudán, mayoritariamente musulmán.

Pero la historia del Estado más joven del mundo ha estado empañada por una guerra civil de cinco años que dejó unas 380.000 víctimas y millones de desplazados, además de arruinar su economía.

Numerosos sursudaneses llegaron en los últimos días a la capital para ver al sumo pontífice, con la esperanza de que este consiga, con sus palabras y su presencia, restaurar el espíritu de unidad y de fraternidad en la población.

Uno de ellos, John Sebit, un agente pastoral que también realizó el trayecto a pie desde Rumbek, en chancletas, admitió que el comienzo del periplo "fue difícil".

"Algunos tenían ampollas en los pies [...] Pero la motivación ayudaba, continuamos nuestro camino", contó a la AFP este joven de 26 años.

Christian Carlassare, obispo de Rumbek, también reconoció que tenía "los pies doloridos" al poco de partir, el 25 de enero, pero consideró que el camino representa un poderoso acto de solidaridad.

"No caminamos solos", afirmó el párroco italiano, que lleva más de 15 años en Sudán del Sur. Antes de ser nombrado obispo fue herido de bala en su domicilio, en 2021.

"En cada localidad teníamos a todo el pueblo -literalmente, centenares de personas- que venía a nuestro encuentro para recibirnos", contó.

Para evitar el sofocante calor de la estación seca, los peregrinos se ponían en marcha antes del amanecer. Cuando terminaban su etapa, dormían en aulas.

Cuando la distancia entre dos puntos era demasiado larga, terminaban la etapa en vehículos de asistencia. Además, un médico se encargaba de curarles los pies y aliviarles los problemas musculares.

Los peregrinos, de varias etnias (el país tiene más de 60), aprovecharon su viaje para lanzar un mensaje de unidad, interpretando sainetes para sus anfitriones.

"Caminamos en grupo, como un solo pueblo", sostuvo Tafisa Chol, una estudiante de 20 años de Rumbek.

"El mensaje que esperamos transmitir a la población es que no deberíamos ser más que un solo pueblo y hacer las paces", agregó.

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