A José Pablo le encantan las papas fritas y juega como extremo derecho, a Juan Pablo le gusta el pollo frito y es lateral derecho, ambos tienen 12 años, admiran mucho a Lionel Messi y a Joel Campbell, sueñan con ser profesionales y llegar un día al primer equipo de la Liga Deportiva Alajuelense.
Los gemelos todos los días se esfuerzan en la escuela y en los entrenamientos de la U-13 eriza, disfrutan mucho los domingos cuando su hermana mayor, María José, de 23 años, los puede llevar al City Mall en Alajuela a disfrutar de los juegos mecánicos y pasar bonitas tardes en familia.
El principal tesoro que tienen los hermanos Serrano Gómez es contar el uno con el otro, ser la fuerza que les permite todos los días salir adelante luego de que hace exactamente un año enfrentaron la prueba más dura que la vida les pudo poner tras el fallecimiento de su mamá en un accidente.
El 17 de setiembre del 2022 Costa Rica se estremeció al enterarse de un noticia que le dolió en el alma, luego que un bus que viajaba hacia Guanacasteca se fue a un guindo a la altura de Cambronero, en San Ramón, lo que le costó la vida a nueve personas, entre ellas a doña Jenny Gómez, la mamá de Juan Pablo, José Pablo y María José.
Doña Jenny salió a eso del mediodía del Centro de Alto Rendimiento de Alajuelense, adonde trabajaba como cocinera y en las residencias del CAR, a tomar el bus que la llevaría hasta Abangares, su pueblo natal y el de sus gemelitos, que ya tenían un par de años jugando en la Liga.
Al enterarse del accidente, en el cuadro manudo quedaron en shock, pues perdieron además de una compañera muy querida, la mamita de dos niños que ellos en ningún momento han abandonado y los han cuidado desde entonces a ellos y a la familia en diversos aspectos, como por ejemplo el psicológico.
Compañeros de por vida
Una buena noticia que nos topamos en este reportaje fue que nos encontrarnos a dos chicos risueños, pícaros, con muchas ilusiones y metas, con la timidez que puedan sentir muchos niños o personas al ser entrevistados y no estar acostumbrados a eso, pero tranquilos.
“Un entrenador que teníamos en una escuelita de fútbol nos llevó a Las Juntas de Abangares y nos dijo que estaban haciendo pruebas en la Liga y que fuéramos y allí nos escogió el visor de aquí, que es Víctor Badilla. Nosotros vivimos acá mismo en Turrúcares con mi hermana, por la pulpería que está acá a la vuelta (del CAR)”, nos contó Juan Pablo.
Sin duda, el hecho de contar el uno con el otro ha facilitado mucho adaptarse a su nueva vida, a este proceso y además a no aburrirse nunca, aunque a veces, como buenos hermanos, se peleen.
“Es muy bonito porque siempre podemos jugar juntos, estamos juntos siempre, jugamos Play (videojuegos) y de todo. A veces lo molesto pegándole o empujándolo”, dice José Pablo con una risilla pícara.
En el club además de jugar al fútbol, aprenden sobre valores, responsabilidades y a respetar y dar cuenta incluso a figuras de autoridad, le tienen que llevar las notas y exámenes a su entrenador, don Crisanto Ulate, toda una institución en el club con 31 años en las inferiores rojinegras.
Ver en los pasillos del club a jugadores como Joel, Celso Borges, Giancarlo González o Carlos Mora o a otros ídolos como Bryan Ruiz, es algo que les gusta mucho.
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“A veces los saludamos y nos dicen cosas como que tenemos que ponerle en el estudio y el fútbol y en todo en general, son muy buena gente”, dice por su parte Juan Pablo.
Apoyo integral
El abordaje del tema de parte de Alajuelense ha sido vital, pues más allá de contar con los beneficios que le brindan a cualquier jugador de sus ligas menores, el apoyo psicológico a ellos y a la familia ha sido fundamental según nos explicó Eduardo Rubinstein, psicólogo encargado del caso.
Tratar que la vida transcurra de la manera más normal posible, que puedan hablar cómo se sienten cuando quieran y no tratar de manera directa el tema para que no estén reviviendo un hecho siempre, ha sido la estrategia con los chicos, la cual ha funcionado.
“Una de las partes más críticas que hemos trabajado acá en el CAR con todos los que estamos acá es poder entender los tiempos del duelo de los chicos, no ser tan sobre exigentes en momentos donde ese rendimiento no iba a llegar, eso fue clave para que todos estuviéramos en la misma página y también de entendimiento de la gravedad por la que estaban pasando los chicos emocionalmente.
“Esto fue un trabajo de todos, cuerpo técnico, personal del CAR, nosotros como departamento de desarrollo integral y dar el soporte necesario para que los chicos no se sintieran sobre abordados y que todo mundo estaba encima de ellos con frases como ‘mi chiquito, pobrecito lo que le pasó’, algo que hacemos y es muy normal en nuestra cultura y eso más bien lo hace es reviviéndole el trauma, sino que más bien se sintieran a gusto y tranquilos, que sintieran respaldados. Fuimos muy cuidadosos en eso.
Rubinstein es el coordinador del área de desarrollo integral y nos contó que un año después, se siente muy satisfecho de ver el avance que han tenido, tanto los gemelos como su familia, pues trabajaron con todos en conjunto, porque lo que pasaba en la casa también era vital.
“Hay dos hermanas que asumen el rol de garantes de los chicos, el acompañamiento fue con ellas, para entender la realidad de la casa y ver cómo podíamos ayudarles, para que aprendan del manejo de límites de niños y ayudarlos a sacar esos chicos adelante. No fue fácil para ellas, adaptarse a llevar ese nuevo rol de un momento a otro es duro, pero estuvimos todos para ayudar y lo han hecho increíble.
“Es admirable la resiliencia que tienen los chicos, pasaron por momentos complicados emocional y conductualmente a raíz del trauma, pero han logrado salir adelante. Le decía a la familia que es una bendición para ellos tenerse el uno al otro, que no están solos, eso creo que ha sido clave. Han logrado salir muy bien, abantes”, destacó.
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El trabajo fue más allá de los gemelos, pues fue algo que golpeó a la institución de manera muy fuerte, por lo que el luto fue algo institucional.
“Ellos son muy pequeños y eso obligaba a darle otro tipo de abordaje del tema y también porque doña Jenny era parte de la institución, hay un tema cultural además, ella era compañera, amiga muy cercana de muchos, se convierte en un abordaje casi institucional para todos, no solo con los chicos, sino con todos los que estamos viviendo acá día a día. Con ellos el abordaje fue más directo, pero es algo que nos incluyó a todos”, explicó.
Admiración
Don Crisanto también ha sido parte importante, ve a los chicos casi todos los días y como su entrenador afirma sentirse muy orgulloso, pues tanto en lo futbolístico como lo académico se han mantenido fuertes a pesar de lo vivido.
“Si usted me pregunta directamente por el caso de Juan Pablo y José Pablo yo creo que la situación difícil que se presentó lo han manejado muy bien, igual está la ayuda de la institución, pero creo que ellos son muy fuertes y han sido muy valientes, tienen el apoyo de la hermana y familia, eso ha ayudado a que sigan con su rutina como futbolistas y aspirar a las metas que se han planteado.
“Desde los primeros días del accidente, ellos asimilaron la situación con una fortaleza increíble, que a mí me sorprende, creo que solo Dios nos puede dar ese apoyo y esa valentía para llevar algo así”, dice don Crisanto.
Al igual que Rubinstein, Ulate cree que el golpe no solo fue algo familiar, sino institucional por una compañera tan querida.
“Para todos acá fue un golpe muy duro, todos los que trabajamos acá nos llevamos muy bien, fue algo impactante lo que sucedió, es algo que no podía creer, igual que muchos acá, a final son cosas que se dan y que solo Dios sabrá porqué pasó”, añadió.
Ciertamente hay heridas que dejan cicatrices visibles, que nunca sanan del todo, pero que se aprende a vivir con ellas, son parte de los valores que se enseñan más allá de la cancha.