Por mi trabajo me toca leer sucesos todos los días y aunque uno desarrolla una coraza siempre hay unos que logran sacudirte.
La madrugada de este domingo falleció Olman Granados, un joven unos cuantos años mayor que yo, un padre de familia, un profesional y como mi persona: fiel seguidor del Club Sport Cartaginés.
Con cerca de 1.500 brumosos, Olman viajó, junto tres hermanos y un sobrino, ilusionado a San Carlos para apoyar al equipo de sus amores.
Muy probablemente durante la semana, al igual que yo, pasó calculando cuáles resultados le sirven a Cartago para clasificar.
De seguro Olman disfrutó el baile que le pegamos a Saprissa, se chiveó por la derrota en Limón y se volvió a ilusionar con los triunfos ante Herediano y Carmelita.
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Por lo que he visto en redes sociales, él y sus hermanos son de los aficionados que convirtieron el Fello en su segundo hogar, de los que, sin importar la situación del equipo religiosamente, asisten al estadio orgullosos porque el amor al Cartaginés es una herencia familiar.
Este sábado jugó su último partido, dicen que lo disfrutó al máximo, que fue de los que animaba al resto de aficionados azules que invadieron el Carlos Ugalde para que no dejaran de apoyar.
El marcador no fue el que él esperaba, pero estoy seguro que tenía planeado asistir al último partido ante Santos.
Ante estas situaciones el resultado es lo de menos, la clasificación pasa a segundo plano, hoy hay una familia sufriendo por la guerra en carretera.
El único consuelo para sus seres queridos es que Olman murió por hacer algo que le encantaba: disfrutar de la fiesta del fútbol y apoyar al Cartaginés.
La familia brumosa perdió un fiel aficionado, pero ganó un ángel.