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Conozca la historia del día en el que los apellidos invadieron las camisetas

Hace 60 años empezó en Estados Unidos la moda de estampar los apellidos de los jugadores en los uniformes

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Hubo un tiempo en el que llevar estampado el apellido en la camiseta de los equipos de cualquier disciplina deportiva carecía de valor o no importaba, como todavía sucede con las chemas de los New York Yankees, donde mantiene la tradición y le llevan la contraria a la mayoría.

Los Yankees solo añadieron los números a la camiseta en 1929 y desde ese año el diseño ha permanecido inalterable para el club más explotado por la industria cinematográfica.

También en el béisbol, los medias Rojas de Boston y los Gigantes acostumbran no poner los apellidos, pero solo en las indumentarias cuando juegan de locales.

Todo cambió para siempre en el panorama del deporte mundial hace 60 años, un 19 de abril de 1960.

El dueño de otro de los equipos de la MLB, Bill Veeck, propietario de los Medias Blancas de Chicago, anunció que incorporaría los apellidos de sus muchachos en las camisetas. Veeck era un visionario, un empresario que había hecho toda su carrera en el negocio del béisbol con cuatro equipos, un deporte que se jactaba de dominar.

“En mis 20 años en este deporte me he dado cuenta que el conocimiento del mismo es inversamente proporcional al precio de los asientos”, dijo Veeck.

Veeck fue, seguramente, el padre no reconocido del deporte espectáculo como se concibe hoy el deporte en Estados Unidos. Instauró el marcador electrónico, introdujo la celebración con fuegos artificales de cada ‘home run’ de los Medias Blancas y sustituyó el maní y las palomitas que amenizaban el seguimiento del juego desde la grada por perros calientes.

Fue el primero que vio al deporte como un elemento de cohesión familiar y cuidó el detalle al máximo: espejos en los baños de los estadios, uniformes impecables para el personal que acomodaba a la gente en la grada y a los que les exigía estar bien afeitados.

En el inicio de aquella temporada, frente a Kansas City, los Medias Blancas lucieron esas camisetas que terminarían creando una tendencia decisiva en el deporte mundial. Y sin la que es imposible entenderlo hoy en día.

Apenas tres meses después, lo imitó la liga de fútbol americano. Y a partir de ahí lo adoptaron todas las ligas importantes del país.

La NBA lo introdujo a plazos. Los Lakers lo copiaron en 1960. Otros equipos como Boston Celtics no lo incorporaría hasta 1972.

Posteriormente lo adoptó el golf, en los petos de los caddies. La televisión había comenzado a cobrar el poder y era imprescindible para la identificación.

El contagio llegó algo más tarde a Europa. En el fútbol no se instauraron hasta 1992, durante la Eurocopa que se celebró en Suecia y en la que se impuso Dinamarca.

Había pasado más de una década desde que el aficionado conocía esa moda en Estados Unidos, especialmente por los partidos que pasaban del Cosmos de Pelé, Chinaglia y compañía.

El resto ya es conocido. Hoy es un detalle incuestionable. Tom Brady, por ejemplo, ya no es el jugador de la NFL que más camisetas vende, honor que ahora corresponde a Patrick Mahomes.

Según los ránkings, Cristiano Ronaldo y Messi batallan por ver quién es el futbolista que más camisetas venden con sus apellidos bien estampados en la espalda.

En la NBA, manda Lebron James en la venta de chemas, seguido por el amenazante Giannis Antetokounmpo, que ha relegado a al famososo Stephen Curry.

También en el sector femenino los números comienzan a ser interesantes. Megan Rapinoe y el resto del equipo estadounidense llevó a Nike a sus mejores números en ventas de camisetas de fútbol en su historia en 2019 gracias al titulo mundial. Pero Veeck fue el primero que lo supo ver.hace ya 60 años, aunque ahora parece común preguntarle a un deportista antes de firmar un contrato: “¿Y cuántas camisetas nos vende?”.

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