La profesionalización y evolución del fútbol tico en estas décadas ha sido notoria, me decía el hábil exjugador del Herediano Kenneth Paniagua, mientras bebíamos un café.
En los 80 eran cuatro entrenamientos, por semana. Si se jugaba domingo, el sábado era libre para estar en la choza o salir en la noche antes del partido, no había gimnasios, menos jacuzzi, lo más tuanis era ir al balneario, o a Ojo de Agua a soltar piernas.
No había supervisión especializada en la alimentación y no fue hasta fines de los ochentas que llegó la medicina deportiva al país. Casi ningún equipo tenía ropa para entrenar, cada mae traía su ropa de la casa. Casi nadie tenía carro, menos buses de lujo, que los trasladan ahora, era cualquier “cazadora” que los llevaba a un partido lejos.
Lo que había era un gerente, una secretaria y un contador. ¡Ojo!, que hasta la fecha hay varios cuadros que siguen así. Las planillas eran de 22 jugadores, más tres invitados de las reservas, un junta bolas y un masajista, no se sabía que era una conferencia de prensa, las entrevistas eran individuales.
En los 90 se aumentó el número de entrenamientos a seis por semana, llegó la preparación física con métodos científicos, se inventaron los hidratantes artificiales, surge la figura del médico, llegan las marcas deportivas que proveen de tacos, ropa y mejoran los salarios. Claramente, Italia 90´ dejó su legado.
En el 2000, ahora el jugador mantiene el peso ideal, nivel de grasa no mayor al 12%, gimnasio como preventivo de lesiones, encargado de redes sociales, gerente de mercadeo, audiovisuales, canchas sintéticas y hasta bellas chicas bailando en la cancha. Es decir, vivimos otro mundo.