Acusado de sobrecargar un calendario al límite, el primer Mundial de Clubes ampliado a 32 participantes no logró acallar por completo las críticas, pero la FIFA está decidida a mantenerlo en el tiempo.
La competición insignia de Gianni Infantino, presidente de la FIFA, fue vista con recelo desde el principio por asociaciones de futbolistas y ligas nacionales, especialmente, en territorio europeo.
Incluso, cuando ya rodaba el balón en Estados Unidos, el reputado exentrenador del Liverpool, Jürgen Klopp, la calificó como “la peor idea jamás implementada en el fútbol”.
Con sus luces y sombras, estas cuatro semanas de intensa competición en el verano estadounidense mostraron que esa afirmación pudo ser tan exagerada como la proclama triunfalista que emitió el sábado Infantino, al sentenciar que “la edad de oro del fútbol de clubes ha comenzado”.
Para el dirigente, quien sedujo a los equipos con una bolsa de premios récord de $1.000 millones (₡504 mil millones), el experimento fue un éxito y el torneo “llegó para quedarse”.
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Grandes emociones
Aunque la final fue 100% europea, con el triunfo del Chelsea 3-0 ante el Paris Saint-Germain, el torneo contó con el fervor de los aficionados internacionales, especialmente los sudamericanos, y vivió momentos vibrantes de escuadras como el Al Hilal saudita y, sobre todo, de los representantes brasileños.
Fluminense, a la cabeza de todos ellos, eliminó al Inter de Milán, subcampeón de Europa, en su ruta hacia las semifinales.
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Gracias a sus éxitos sobre el césped y al entusiasmo del país, Brasil se ha postulado, rápidamente, para hospedar la próxima edición, prevista para el 2029.
Infantino ha sido menos rotundo al referirse a posibles cambios en el formato del evento y en su modo de clasificación, que no contempló la inclusión de los más recientes campeones de las últimas ligas de Inglaterra (Liverpool), España (Barcelona) e Italia (Nápoles).