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Este lobo es feliz de la vida metiéndose al barro

Escazuceño ha puesto alma, vida corazón y bastante billete en este Suzuki Samurai

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Randall Jiménez Castro es el dueño de un Suzuki Samurai de 1988 al que bautizó Lobo. Foto: Cortesía

Este lobo es de esos que adoran estar en el barro, pues es ahí donde se luce y da espectáculo, pero cuando su dueño lo compró hace 15 años le dio un giro pensando en darle rienda suelta a una de sus pasiones.

Para Randall Jiménez Castro, un vecino de Escazú, su Suzuki Samurai de 1988 es uno de sus bienes más queridos, de esos que, afirma, no se desprenderá nunca, pues a su lado creció y vive grandes aventuras.

Este empresario de 36 años ama andar en competencias de 4x4 y ese tipo de desafíos, y esta nave le cayó tan al dedillo que hasta traía escrita la palabra como le han dicho toda la vida, Lobo.

“Yo lo compré totalmente original, la idea mía era dejarlo bajito, sentadito, meterle unos aritos y llantas pequeñas, pero me empezó a gustar esto del barro y competencias y nos tiramos para el otro lado.

“Ya le empecé a meter llantas más grandes, a levantarlo, y a hacerle otras modificaciones. Han pasado los añillos y le seguimos haciendo cosas”, explicó el feliz propietario.

Randall Jiménez Castro es el dueño de un Suzuki Samurai de 1988 al que bautizó Lobo. Foto: Cortesía

¿Cómo llegó a usted el carro? ¿Dónde lo consiguió?

Yo se lo negocié a un amigo de Alajuelita hace como 15 años; a mí la verdad siempre me gustó este tipo carrillos, estamos hablando que, en ese entonces, me costó como millón y medio de colones, y ahí me empezó la fiebre por empezar a hacerle modificaciones.

¿Qué le ha hecho desde entonces?

Se le cambiaron los diferenciales, se le metieron discos en las cuatro ruedas, bloqueos, tipo de suspensiones, otras hojas, llantas más grandes. Además, se le hizo jaula, mataburros, wincher, se le cambió el motor, la caja, refuerzos por todo lado, se le ha hecho prácticamente casi que todo.

Randall Jiménez Castro es el dueño de un Suzuki Samurai de 1988 al que bautizó Lobo. Foto: Cortesía

En este tipo de proyectos es muy normal que se modifique todo, ¿prácticamente, solo le mantiene la carrocería entonces?

Sí; de hecho, con este lo que yo siempre he querido es mantenerlo Suzuki, no perder esa esencia. Quedó con la carrocería y, prácticamente, las medidas son muy parecidas al original. Sí se le corrieron los ejes, unas seis u ocho pulgadas para atrás y adelante, pero en sí, el carro sigue siendo la misma línea. Lo que se hizo fue que se le cortaron guardabarros y se le modifican otras cosas, más bien le reforzamos el chasis original que traía.

¿Porqué el carro se llama Lobo?

A mí toda la vida me han dicho Lobo y cuando yo compré este carro fue algo vacilón, porque al carajo que se lo compré ya había pagado un arte en aerógrafo y cuando me lo dio, me dijo que lo llevara porque le tenían que hacer un dibujo que él ya había cotizado.

Lo llevé al taller y me dicen: “lo que le cotizaron fue esto y me saca unos dibujos de unos lobos”. Entonces, yo le dije que era mucha coincidencia, porque a mí siempre me han dicho Lobo. Esa es la razón por la que se pintó con lobos y de ahí en adelante se quedó como el Lobo.

Randall Jiménez Castro es el dueño de un Suzuki Samurai de 1988 al que bautizó Lobo. Foto: Cortesía

¿Usa el carro para competir en 4x4, principalmente?

Sí, correcto, ya tenemos varios años corriendo; de hecho, ya nos hemos traído varios trofeillos, gracias a Dios, y otra vez estamos viendo a ver si corremos de nuevo, porque le hemos estado haciendo varios trabajos al carro. Tenemos como un año de estar haciéndole mejoras y ya en este mes volvemos a las canchas a ver qué pasa.

¿La inversión que la ha hecho es fuerte?

Pues sí, ya le hemos hecho tamaño montón, no sé exactamente cuanto será, pero sí le hemos metido bastantillo. El problema es entre prueba y error, eso es en lo que más se gasta, pero sí son varios millones.

Sergio Alvarado

Sergio Alvarado

Periodista de La Teja, especializado en deportes. Graduado de la Universidad Internacional de las Américas.

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