El exdefensor de Alajuelense Carlos Clark disfruta la vida, combinando los negocios con su pasión por los deportes y hace poco más de un mes logró un sueño que se había propuesto realizar desde hace algún tiempo.
Al exjugador rojinegro, bicampeón con los rojinegros en los torneos de Invierno 2010 y Verano 2011 le encanta andar en bicicleta y junto con un grupo de amigos se propuso llegar a lo más alto del Cerro Chirripó y el 15 de abril anterior tocó la cima del techo del país.
Clark conversó con La Teja para contar cómo fue esta experiencia, a la que calificó como una de las más bonitas que tuvo en su vida.
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“El Chirripó y Manzanillo, en Limón son de los lugares que más me gustan y gracias a mi experiencia como deportista, he mantenido mi condición física, además practico otros deportes y además del trabajo físico, siento que la parte mental fue clave para llegar, no dejo que los malos pensamientos absorban mi mente.
“Cada paso que daba hacia la cumbre me sorprendía más, es todo un reto hacer la travesía, siento que el tiempo se detiene y cuando llegamos a la cumbre fue mágico, es muy emocionante ver a la gente realizada cuando llega, el ver el amanecer, todo lo que uno recorrió y si pudiera hacerlo dos veces al año lo haría, me encantó”, afirmó.
Empresario. Desde hace más de 10 años, Carlos y su familia administran un restaurante de comida caribeña, en la Zona de los Santos y además, se dedica a traer mercadería de Estados Unidos para la venta.
Emocionado
Carlos vive en San Pablo, León Cortés y allá administra un negocio con su familia.
El exfutbolista contó que previo al ascenso hizo unas 7 caminatas y también le ayudó el hecho de hacer bicicleta y de vez en cuando jugar unas mejengas.
“Fui a Prusia, hice otras caminatas, pero sinceramente, creo que es más rudo llegar a Pico Blanco (Escazú), no tanto el Chirripó. Empezamos a caminar por la noche y también siento que me ayudó el que me cuido, hace 10 años que dejé el fútbol, pero creo que mantengo una buena condición física”, afirmó.
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Carlos hizo cumbre durante la madrugada y para él fue espectacular ir subiendo poco a poco y lo que esto representa no sólo para él, sino para otras personas.
“Ver los Crestones, sentir cómo uno se acerca a la cumbre, es increíble, para mí el tiempo se detiene. Fui con otras 6 personas, hacía mucho frío, pegaba mucho viento, pero el llegar es un momento mágico.
“Esto fue como un termómetro para mí, me permitió ver hasta dónde puedo llegar y siento que estoy bien, me animaría a ir al Chirripó dos veces al año, es una experiencia inolvidable”, agregó.