La vida y las ocupaciones de Óscar Ramírez durante los siete años que se alejó del fútbol fue un misterio para muchos, que desconocían a qué se dedicó el entrenador de Alajuelense durante todo ese tiempo.
Este miércoles, Andrés Ramírez, el hijo menor del Machillo, dio una amplia entrevista a La Teja, en la que nos habló de muchos temas, los cuales les daremos en diversas entregas, pero saldar la curiosidad de muchos era un tema a desarrollar.
El muchacho, de 22 años, era la persona ideal para hablar de estos temas, pues al cumiche de la casa siempre le ha encantado andar pegado del tata, a quien considera su mejor amigo y la persona a la que siempre acude cuando necesita resolver muchas cosas.
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En las épocas que Machillo brilló y alcanzó gran éxito en el León, él era un niño, tenía ocho años cuando su tata llegó al banquillo y era un adolescente cuando los dejó, por lo que pudo estar a su lado en un momento vital de su crecimiento.
Andrés era el compañero fiel de Óscar cuando este se fue a refugiar a su finca en Hojancha, tras su salida de la Selección de Costa Rica, allí le ayudó a trabajar de sol a sol y a hacer crecer una empresa de cítricos.
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“Como todo en la vida, hay momentos buenos y momentos difíciles, al principio estábamos mucho allá en Hojancha, íbamos mucho, yo me le pegaba, me iba con él, dependiendo de la universidad, pero yo como la recibía virtual, entonces sí me daba chance de irme, a veces nos acompañaba mi mamá, otras veces se quedaba acá en Belén. Mis hermanos, como ellos trabajaban, se les dificultaba más, pero sí iban”, explicó.
Una de las cosas a las que más provecho le sacó el Machillo en este tiempo fue a disfrutar de sus papás, con quienes siempre han sido muy unidos.
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“En el caso de mis abuelos, ahorita él tiene 88 años y mi abuela 82, ellos ya son mayores, una edad en la que hay que disfrutarlos, vacilar, estar muy pendientes, son un amor de abuelos, son vacilones, ahí a veces lo tienen a uno todo vacilado, son los momentos que más hay que disfrutar y es lo que él dice, está en una época en la que ya no está ni tan joven (tiene 60 años) y tiene la gracia de Dios que tiene a los papás vivos aún, entonces fueron siete años en los que pudo disfrutar mucho a la familia.
“Papi, en esos siete años, pudo disfrutar lo que no pudo hacer en muchos años que estuvo en el fútbol, porque él cuando se mete en el fútbol, lo toma muy en serio. Fue el poder darse libre, ir a tal lugar, poder pasear. Él se enfoca mucho, entonces esos años que estuvo muy metido en el fútbol no pudo disfrutar tanto de lo familiar, eso lo aprovechó en estos años que estuvo afuera”, destacó.
Otro detalle que los unió es que de los cuatro hijos de Machillo, el que heredó la pasión y el gusto por el fútbol fue él, entonces los hizo aún más pegados.
“Yo fui el único que le agarró la pasión al fútbol, entonces cuando él estaba en la Liga yo iba a los partidos, me metía a los entrenamientos, al camerino, igual en la Selección, por lo que yo siempre andaba detrás de papi.
“En la empresa de cítricos también le he ayudado en lo que sea, ir a hacer las entregas, en coordinar, en muchas cosas que yo he estado muy en la espalda, ser su mano derecha, para mí es una bendición poder estar siempre a su lado, disfrutarlo, sacarle toda su experiencia. Tenemos como los mismos gustos y una misma personalidad, por la que nos acoplamos muy bien”, contó.
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Por toda esa química es que ahora están trabajando juntos de la mano en Alajuelense, el chamaco es, por decirlo de alguna forma, el asistente personal del tata, trabaja especialmente en la parte de análisis de video, ayudándole con la parte tecnológica y de cómputo que el DT no maneja tan bien y con eso hasta le da chance de hacer otras cosas.
“A mí me preguntaban si tenía consciencia de lo que realmente había pasado y lo que hizo mi papá, y sinceramente sí, esos recuerdos aunque sean pequeños, sí los tiene uno. Obviamente uno con ocho años no está consciente de la responsabilidad que tiene ser el director técnico de la Liga, uno cree que es solo ir a jugar los partidos, ganar y ya.
“Donde me daba cuenta era en la escuela y el colegio, que llegaban y me decían cosas, que este domingo les ganamos o decían: ‘¿Qué le pasa a su papá con esto?’, ‘¿por qué hizo esto?’. Yo nunca lo tomé personal, sino entendiendo la situación de que si la Liga perdía o algo malo pasaba con él, era una semana que sería un toque difícil, pero por dicha siempre estuvieron mis papás para explicarme qué hacer cuando pasara eso", añadió.
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Padre e hijo siguen más juntos que nunca, los tiempos en los que Andrés veía a su papá meterse en un cuarto todo el día a ver videos y trabajar volvieron, solo que ahora él ya está del otro lado de la puerta, acompañándolo y compartiendo una misma pasión.