Marianella Madrigal vive con su familia en un barrio teñido de rojo y amarillo, algo que les lleva a esperar que el Saprissa les ayude hoy salir victoriosos para festejar entre tanto herediano.
Marianella, su esposo Guillermo Jiménez y sus hijos Kendall, de 20 años, y Keylor, de 13, son de Rincón de Ricardo, en San Pablo de Heredia, y están rodeados de mucho aficionado al Team y uno que otro manudo.
“Yo soy saprissista porque mi papá y dos hermanos son morados. Mi esposo es de Guanacaste y desde pequeñito un tío le regaló un uniforme de Saprissa, fue el primero que tuvo y mis hijos heredaron la pasión por nosotros”, dice Nela.
“Siempre vemos los partidos y cuando podemos vamos al estadio en familia. Yo tengo más de cuarenta años de vivir acá, mi esposo veintiuno y siempre que juega Saprissa ponemos la bandera en la casa, el radio a todo volumen y si Saprissa anota lo gritamos con todo”, afirmó.
Como debe ser
Marianella cuenta que, incluso en medio de la pasión, ellos viven el fútbol con respeto y aunque se vacilan, los resultados no dan para hacer problemas.
“Nosotros gritamos, nos uniformamos y pese a que no compartimos el mismo color, somos muy respetuosos. El fútbol es para vacilar, no para ofensas. Es bonito, porque a pesar de que (los vecinos) son muy fiebres de Heredia, no hay pleitos.
“Mi sobrino Mario es herediano envenenado y es el padrino de Keylor y más de una vez me lo intentó volcar, pero no pudo. Una vez hasta le regaló un uniforme de Heredia, pero a mi hijo no le gustó y tuve que regalarlo, aunque estaba pequeño entendía que es morado y no quiso ponerse otro uniforme”, dijo riendo.
Nada de remontar
Nela recordó cómo se vivieron las semifinales recientes en el barrio florense.
“En el primer partido quedamos afónicos de gritar, no fuimos al estadio porque con esto de la pandemia vemos los partidos desde la casa. Ese día hubo un silencio, porque más temprano me decían ‘¿listos para la goleada?’, ‘hoy les ganamos’ y ya cuando se jugaba el partido nosotros festejábamos y solo nosotros nos oíamos”, añadió.
Cuenta que al día siguiente sus vecinos estaban más agüevados que perico en bolsa, pero no perdían la fe de remontar ante el Monstruo.
“Me decían que en el juego de vuelta sacaban la serie y como no pudieron ganarnos, en la final iban con Alajuela. Me joden mucho con los árbitros, dicen que dependiendo del árbitro tenemos la serie ganada y para este partido alguno me ha dicho que ahora sí sacarán la serie, que se dejaron porque tenían asegurada la gran final”, expresó.
En su casa, dice, son morados envenenados y recuerda que ella antes se enojaba mucho si el equipo de sus amores perdía, pero aprendió a controlarse por uno de sus hijos.
“Mi hijo a veces no almorzaba porque perdió Saprissa. Yo decía ‘¡a la pucha, eso no lo puedo permitir!, es fútbol pero no se puede dejar que nos afecte más de la cuenta’ y ahora me controlo más, pero no me gusta que la gente me moleste”, afirmó.
Con toda la fe
Nela y su familia ya está listos para la mejenga de hoy.
Dice que no sabe si le entrarán a la comidita de la noche antes o después del choque, porque estarán bien concentrados en la mejenga; eso sí, durante el partido pican algunas cositas para también calmar el estrés.
“Esperamos que Saprissa saque un resultado contundente, que llegue al partido de vuelta con un buen marcador que le ayude a llegar tranquilo al Colleya Fonseca. Si Saprissa pierde me dan ganas de apagar todo, ni de salir a la calle porque los vecinos aprovechan para pasar y pitan”.
A Marianella no le gusta ver el partido con los vecinos, prefiere quedarse en la casa para vivirlos a su manera.
“Mi sobrino nos invita, pero prefiero decirle que no, así evitamos disgustos, si queremos gritar lo hacemos a nuestra manera y no nos metemos con nadie”.
Ya desde ahora en la familia están alistando el galillo para gritar los goles que esperan que meta Saprissa. Todo es tener fe.