El viernes 28 de febrero, el Herediano publicó en sus redes sociales la alineación para la jornada uno de su equipo femenino por el campeonato nacional de primera división 2020 ante Dimas Escazú, con un detalle que algunos pensarían fue un error.

En la lista de las jugadoras venía un nombre repetido, el de Mariela Campos, una aparecía con el camiseta número siete y la otra con el ocho.

Al final no existía tal error, las florenses cuentan en su media cancha con dos jugadoras llamadas igual, que hasta tienen las mismas iniciales porque una tiene de segundo apellido Alvarado y la otra Alfaro.

La situación es más que curiosa porque según los registros del sitio web del Tribunal Supremo de Elecciones, en Tiquicia solo existen 50 mujeres con este nombre y primer apellido y dos coincidieron en un mismo lugar.

En este caso las coincidencias no acaban ahí, dado que ambas juegan de volante de contención y son las socias más cercanas en la media cancha.

Físicamente los parecidos también saltan, porque ambas son morenas y de pelo negro colocho, aunque Alvarado es un toque más alta que Alfaro.

Para ellas el tema no es nuevo porque se conocen desde hace rato, aunque hasta este año coincidieron como compañeras en un mismo equipo, porque, salvó en selecciones nacionales, siempre fueron rivales.

¿Y cómo hacen para llamarlas y diferenciarlas en el equipo? Es lo que todos se preguntan cuando se enteran del caso.

“Es vacilón hasta en el mismo equipo porque cuando llaman a una volvemos a ver las dos, porque ni con el apellido, entonces se vuelve complicadillo. La coincidencia es mucha porque hasta tenemos las mismas iniciales, aseguró Alfaro, la número 7.

“En los partidos o entrenamientos es enredado porque a veces nos dicen Mari y no sabemos a cuál le están hablando, hasta hablarse por un pase puede ser bastante confuso, lo que estamos pensando es ponernos un apodo o algo.

“El profe se ha ido acostumbrando a decirnos el segundo apellido, porque pasaba que daba la lista y decía Mariela Alfaro, y diay, quedábamos igual. Estamos montando un sistema a ver cómo hacemos”, dijo Alfaro que tiene 29 años

Alfaro juega con el número siete y se diferencia de Alvarado, además del número, porque que es más tipo volante mixta, como decir Azofeifa, mientras su compañera en la media juega con el ocho y es una contención natural, tipo Granados.

“Yo a ella la conocí pequeña, porque le llevó ocho años, me dijo que yo era como el ídolo de ella y siempre quiso jugar conmigo y ser como yo, entonces cuando coincidimos eso fue lo que me dijo: ‘uuyyy Mari ya se me hizo jugar con usted’”, aseguró la 7.

La mayor de las chicas es de Alajuela, trabaja como entrenadora personal, brete que le da chance para poder ir a entrenar sin ningún problema, además que ya firmó con Jafet Soto un contrato para recibir un salario.

Hasta familiares las confunden

Alvarado, la número 8, nos comentó que hasta sus familiares se han ido en todas cuando escuchan mencionar el nombre en el algún partido, a veces piensan que es una y resultó ser la otra.

“Siempre se ha dado la situación que nos confunden, en redes sociales, en entrevistas, incluso hasta con mi familia me ha pasado. Le dice mi abuelo a mi mamá, ‘estoy viendo a la negra jugar’ y no era, es la otra Mariela", contó Alvarado.

“Cuando supe que me iba a incorporar a Heredia y ella también, dije: ‘qué vacilón, finalmente se nos hizo el jugar juntas’. Nos llevamos supe bien además”, comentó.

Ella tiene 21 años y en el equipo algunas compañeras la llaman Michi, aunque no todas, por lo que con, al menos, algunas no hay confusión.

“En serio sí, siempre ha sido muy curioso el tema porque tenemos una contextura física parecida y todo. Mari ha estado diciendo que le digan Chavi, bromeamos entre nosotras, nos llamamos tocayas, nos decimos el nombre, es divertido", dijo Michi.

La menor de las chicas estudia Terapia Física y es oriunda de Liberia, estuvo dos años lejos de las canchas por el estudio, hasta que volvió este torneo con las florenses.

Con el poder de las Marielas el Team femenino espera conseguir buenos réditos en el campo, aprovechar el poder recargado.