César Blanco, periodista de la Asociación Deportiva Guanacasteca, no recibe un cinco desde hace cuatro meses.
Además, el comunicador ya se comió los ahorros y ha tenido que recurrir a rifas para subsistir.
También ofrece sus servicios profesionales en la zona de Nicoya y sus conocimientos en mercadeo, arte gráfico y otros a empresas de la zona, para montar alguna estrategia, por lo que algo ha pellizcado.
Aún con esas dificultades económicas, Blanco espera que salga el sol para Guanacasteca y así seguir desde su trinchera, defendiendo los colores de su amado equipo.
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Blanco es uno de los trabajadores administrativos que se quedó sin trabajo por la pérdida de licencia del equipo chorotega. Dice que son tres personas las que siguen yendo al estadio todos los días, a ver qué hacen o qué pueden lograr, porque la intención es solamente una: “Guanacasteca no puede morir”.
“Yo sigo colaborando sin salario, uno comprende la situación, yo no achaco nada al club. La institución no ha hecho nada malo, han sido otros motivos los que han llevado a otros a tomar decisiones drásticas e injustas”, dijo Blanco.
El periodista tiene motivos para amar a Guanacasteca. Vive a cien metros del estadio. Hizo ligas menores en el club hasta los 18 años, cuando se fue a San José a estudiar periodismo.
Regresó con el club en segunda y se puso a colaborar gratis, hasta que los guanacastecos ascendieron a primera división en el 2020, durante la pandemia.
Desde entonces, es asalariado del equipo (empezó con medio tiempo) y hoy le duele ver la situación del club, sin licencia para competir en primera división, tras una decisión del Comité de Licencias de la Fedefútbol. Legalmente, el asunto no ha muerto, Guanacasteca está pendiente de una resolución del Tribunal Contencioso Administrativo.
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“En estos cuatro meses, sin percibir un solo colón, he permanecido trabajando, realizando comunicados, en estrategias de mercadeo, apoyando al presidente, a la gerencia.
“Hemos sacado de nuestra bolsa para ir a conferencias de prensa a meter papeles, a la federación, a los tribunales. Viajamos y pones todo, los viáticos, la gasolina. Sabemos la verdad y tenemos la esperanza de que todo salga a la luz y Guanacasteca vuelva a primera división”, añadió.
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César va al estadio, a ver qué hace. No tanto en lo económico, más bien, para que el club no muera, para que siga existiendo actividad, más allá de las ligas menores o del equipo femenino que está en segunda. Lo que está varado es el equipo profesional.
No quiere dejar Guanacaste. Su familia, sus raíces lo atrapan y su deseo es que, si debe trabajar en otra parte, sea en esa provincia, para estar cerca de todo lo que ama.
Incluso, contó que tienen en administración el estadio Chorotega y están buscando patrocinios para hacerle algunas reparaciones, una en específico que pidió el Ministerio de Salud con un portón, nada del otro mundo.
“Algunos dicen que el equipo murió, pero no va a morir. Estamos con un proceso legal abierto y solo esperamos el día en que veremos la luz porque vamos a ganar”, comentó lleno de optimismo.
Mientras tanto, César seguirá entrando cada día al estadio Chorotega, como si fuera su segunda casa, convencido de que el fútbol en Guanacaste aún tiene mucho por jugar.