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Presi electo Carlos Alvarado es el pique de la Bala Gómez

Al próximo mandatario de Tiquicia le encantan las mejengas de fútbol y tiene una derecha cargada de dinamita

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Las cientos de mejenguitas que se jugó el presidente electo Carlos Alvarado entre 1998 y 2001, cuando fue estudiante de Periodismo en la Universidad de Costa Rica (UCR), le dejaron bien claro a los compas que era un jugadorazo.

Tenía una pierna derecha endiablada, con un cañón tan potente que incluso le pusieron la Bala Alvarado.

Igual que para los cursos de la universidad, también la mejenga tenía casi que su horario fijo, siempre que había oportunidad un jueves o un viernes, al menos siete compas fijos se iban a un planché en Pavas, cerca de la casa de los tatas de Alvarado, para sudar la gota gorda con una pecosa bien inflada.

Kenneth Hernández, uno de esos compas entre el 98 y el 2001, nos contó que como todos los ticos mejengueros, ya desde el lunes estaban pensando en el “partido mundialista” de los jueves o viernes.

“Así como Carlos era en el aula, así era o es jugando mejenga, muy inteligente, de buen toque y bien pulseador. Jamás daba una bola por perdida, corría por cada balón para tratar de convertirlo en gol. Tenía demasiada potencia en su pierna derecha", comentó Hernández.

Por eso fue que los compas le comenzaron a decir La Bala Alvarado, comparándolo con Rónald "la Bala" Gómez (exgoleador de Alajuelense, Saprissa y la Selección Nacional de Costa Rica)”, explicó Hernández, quien era superpuntual a la mejenguita.

Para aquellos años universitarios, el presi electo era de andar la greña larga, por eso acostumbraba a usar una cola para sostenerse el pelo o una vincha, entonces tenía una pinta de delantero matador parecida a la del argentino Claudio Caniggia.

Y es que Alvarado y los compas eran bien fiebres para el fútbol, cualquier oportunidad era aprovechada para irse a jugar. “Recuerdo muy bien que el 11 de setiembre del 2001, cuando fue la tragedia de las Torres Gemelas en Estados Unidos, suspendieron las clases en la universidad y de una vez nos fuimos a jugar mejenga”, recordó Kenneth.

Como a ninguno de los mejengueros les gustaba ser portero, entonces atajaba uno por gol en cada equipo, porque en ese momento, según Hernández, a todos les encantaba más ser delanteros goleadores que porteros a lo Keylor Navas.

Otto Salas, otro fijo en las mejengas, recordó que como buenos jugadores de fútbol de la calle, la cancha era marcada por los maletines que llevaban para estudiar. Toda bola que pasara en medio de los bultos era gol, las que pasaban, pero muy altas, se anulaba el gol.

Otto recuerda que Carlos tenía una característica especial y era que le pegaba durísimo a la bola.

"Cuando él cobraba un tiro libre mejor ni hacer barrera, porque el patadón era demasiado fuerte, de media y corta distancia era casi gol fijo. Realmente no era un delantero puro, así como un número 11. Aprovechaba mejor sus condiciones llegando de atrás, tipo Bryan Ruiz, o sea un 9, porque tenía buena gambeta. Cuando hacía un quiebre y la bola le quedaba servida a la derecha, mejor quítese porque venía balazo”, dijo Otto.

Recordó Salas que tal vez lo único en que Alvarado no era bien carga era en el juego aéreo, si bien saltaba pura vida y echaba buen cuerpo para ganar esas pecosas, su fuerte estaba en el dominio a ras de piso.

“Tenía buen toque, era fácil hacer paredes con él, porque tenía buen olfato para las jugadas que podían terminar en gol. No era loco cuando iba con la jugada, por el contrario, pensaba rápido qué hacer y generalmente echaba buen pase”, comentó.

Kenneth y Otto explicaron que Alvarado tenía un aire como pocos, nunca se cansaba y podía jugar hasta tres mejengas corriendo por todos lados. “Es que como también jugaba mejengas de baloncesto con la familia, estaba muy atlético y corría sin parar, tenía buen pulmón”, explicó Otto.

Eso sí, lo que siempre dejaron bien claro Kenneth y Otto es que una de las principales virtudes de el presi electo es que jugaba fuerte, entraba con todo, aprovechaba las jugadas dividas para echar cuerpo, pero siempre hizo todo con honestidad.

“Nunca fue mal intencionado para jugar, por el contrario, era muy limpio, de buen corazón, metía el pie con honestidad y sin buscar lesionar al rival. Uno podía estar tranquilo en que si iba a pegar con él era de forma limpia, por eso creo es que jugamos tantísimas mejengas seguidas, porque todos éramos muy limpios para jugar y eso evitaba lesiones, nadie metía pata a lo salvaje, mucho menos Carlos, era en la mejenga como en la vida, pura vida”, confirmó Hernández.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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