Un Datsun 1.300 de doble cabina, de la línea conocida como las Rancheras familiares, del año 1971, es el chuzo con el que saca pecho don José Luis Rodríguez.
El hombre compró el carrito en 1977, en malas condiciones en cuanto a la tapicería y pintura, pero hoy lo tiene hecho un ajito y con todas sus partes originales.
“Lo compré en enero de 1977, en 18 mil colones de aquella época, que no era barato ni tampoco caro, como un término medio.
“Necesitaba un carro para pasear con la familia, hacer mandados con mis hijos y mi esposa y compré ese carrito, me gustó de primera vista”, dijo don José Luis.
El señor recuerda que ese carro lo ha llevado a todo lado y solo una vez le dio problemas.
“He andado por todo Guanacaste con la familia, hemos ido a la zona sur, hasta Paso Canoas. En una ocasión andaba con mis hijos en Paso Canoas y allí sí se trabaron las marchas, tuve que ir donde un mecánico. Es el único problema que he tenido”, recordó.
Dice que no está interesado en vender el carro y lo considera como un miembro más de la familia. Incluso, asegura que ya tiene un heredero para cuando él no esté.
“Ese carro termina conmigo, no me interesa venderlo porque es una máquina sencilla, los repuestos son baratos. Es un auto de potencia, no de carrera. Y cuando ya no esté ese carrito le queda a mi hijo menor porque es el único que sabe manejarlo”, explicó.
Don José Luis lo dice porque los Datsun de ese tipo tienen las marchas en la rueda y su manipulación no es tan sencilla. Sobre todo hoy en día que abundan los autos automáticos.
“Son tres hijos, el mayor Luis, luego Esperanza, quien no maneja, pero el menor, Donato, sí lo maneja. El único que ha podido manejarlo por la marcha, es difícil. Aprendió con este carrito”, dijo.
Don José Luis cuenta que cuando adquirió el carro estaba bastante deteriorado, incluso, hasta tenía matas en su interior, pero lo comenzó a arreglar de a poquitos.
“Estaba mal más que todo de tapicería, en pintura estaba muy mal. Me lo llegó a ofrecer un señor. Vi que era cómodo para mi familia, pero tuve que invertir mucho para ponerlo a funcionar a como se encuentra ahora. Eso sí, no lo saco todos los días, pero al menos una vez a la semana me ofrecen comprarlo, incluso cambiarlo por otro más nuevo”, dijo.
Hoy el chucito tiene todos los repuestos originales, pintado con un blanco hueso y es la envidia de muchos que saben apreciar este tipo de autos.
Don José Luis dice que siempre que saca el carro se lo piropean y es cuando le ofrecen comprarlo, pero ni siquiera entabla conversación referente a negocios.
“No llego al punto de que me ofrezcan cierta cantidad porque de antemano le digo que no está en venta, queda de herencia para mi hijo”, explicó el vecino de San Francisco de Dos Ríos, de 78 años.
Además, don José Luis es un fiel lector de La Teja y de la sección El Chuzo de la Semana, la cual no le puede faltar los domingos.