Alejandro Salisbury, vecino de Cartago, estará en un lugar de privilegio en el 2026: será el único costarricense presente en la Copa del Mundo de Norteamérica, tras la clasificación de la Selección de Haití, federación en la que trabaja desde el 2014.
Su historia es impresionante por todo lo que tuvo que vivir para llegar hasta ahí. La fidelidad y el amor que desarrolló por la nación haitiana terminaron pagándole en grande, llevándolo al sitio más alto al que puede llegar alguien en el fútbol.
Su primer encuentro con Haití: dormir en el piso tras el terremoto
Las cosas que ha visto el tico en la nación caribeña son muy duras, un país en el que hasta tuvo que dormir en el piso al irse como voluntario tras la catástrofe que supuso el terremoto del 2010 y que lo hizo por puro amor.
Aquel terremoto es calificado como uno de los más mortiferos de la historia, con una magnitud de 7.3 grados y una profundidad de 15 kilómetros.
En aquel entonces él estaba en Miami y cuando vio las noticias de lo ocurrido se fue para allá para colaborar junto a Naciones Unidas, mucho antes de llegar a trabajar con la Federación de Fútbol.
“En donde me estaba quedando, la casa no tenía cama ni nada, como era después del terremoto, todavía estaba destruida, y donde nos tocó dormir era una colchoneta en el piso. La casa era prácticamente un rancho que no tenía agua potable, ni corriente.
“Uno tenía que tomar un balde e ir por agua para bañarse o usar el baño. Les llevaban agua en camiones cisternas, todavía había mucha gente desaparecida y el país estaba en ruinas, pero a pesar de todo, la gente siempre encontraba motivos para sonreír”, recordó.
De ayudante y técnico en selecciones femeninas a hacerlo todo en el equipo masculino
Esa visita lo hizo hacer amigos en aquel país, por lo que en el 2014 le dijeron si le interesaba formar parte de un proyecto para las selecciones femeninas, en el que se mantuvo hasta el 2018, cuando se marchó el entrenador que lo había llevado a la federación.
Por su buen trabajo le ofrecieron seguir allí, pero ahora con las selecciones masculinas y entonces se integró haciendo de “soyla”, pues en esa federación hay que trabajar en muchas cosas para cumplir con todo lo necesario, aunque su labor oficial es la de fotógrafo y analista de videos para el técnico.
“Las veces que pude ir antes había que cuidarse de muchas cosas, del agua contaminada, uno vivía con el miedo de tomar algo así. Luego la comida, ellos comen arroz y pollo, básicamente, y un especie de frijol molido, pero muy suave”, recordó.
Una vida entre análisis, videos, fútbol… y peligro extremo
Durante las eliminatorias estuvo haciendo trabajos de prensa, haciendo fotos, videos, grabando análisis de rivales para el entrenador, todo en un país que no podía poner un pie por lo peligroso que es, al estar tomando por completo por las pandillas.
Vivir en Haití es imposible para cualquier futbolista o extranjero, la posibilidad que lo secuestren o te hagan cualquier cosa es altísima, además que los estadios están casi en ruinas, por lo que es una selección que no podía jugar en su país.
El presupuesto de la federación también es muy bajo, a Salisbury básicamente le pagaban los boletos de avión para viajar con la Sele y el hotel, pero de salario ni hablar, así como lo hizo durante el terremoto, prácticamente era a pura mística.
El trabajo con la Federación nunca ha tenido que ver con dinero, para eso él tiene también otros trabajos, pues con ellos no está a tiempo completo, pero lo que llaman el salario emocional lo ha llenado mucho y ver la reacción del pueblo al clasificar al Mundial, le llenó el corazón.
“Son emociones que es difícil poner bien en palabras, porque es un sentimiento del corazón, que uno sabe lo que ellos pasan. Lo he visto con mis ojos, lo que ellos viven, y que uno pudo darle una alegría, aunque sea fútbol es algo que te llena mucho, porque para Haití el fútbol es la pasión más grande que tienen. No hay nada más grande que sobrepase eso.
“Estamos hablando que Haití pese a ser una población en pobreza extrema es muy alegre, muy feliz, muy optimista. Ellos siempre tienen la esperanza de que un día van a estar mejor, y eso es lo que a uno lo motiva mucho,que ellos al final del día a pesar de tener tan poco, son agradecidos con lo que tienen y no los escucha reclamando de lo malo que pasa, sino agradeciendo lo bueno”.
La paga emocional: ver a Haití llegar al Mundial
Clasificar al Mundial es una recompensa para un pueblo que aunque en lo económico la tienen complicado para salir adelante, que algo que aman tanto como el fútbol les dé una alegría, es algo que no tiene duda, cambia la vida del país.
Por las calles de Cartago, Salisbury anda feliz de la vida con su camiseta de Haití, al igual que sus hijos y su familia, ellos sí tienen equipo para el Mundial de Norteamérica 2026 y cuando llegue la Copa del Mundo, la disfrutarán como nunca, más que cualquiera con Costa Rica.
Haití futbolísticamente hablando no le ha dejado dinero a Alejandro, sin embargo, cumplir el sueño de una vida, estar en un mundial, compensa cualquier cosa.






