Pasó lo que que tenía que pasar, Costa Rica quedó fuera del Mundial de Norteamérica 2026 porque en los últimos tres meses se encargó de hacer todo para que eso sucediera, todas y cada una de las cosas que podía hacer mal las hizo para conseguir este resultado.
El insípido empate ante Honduras de este martes, por 0-0, fue otro colerón, un reflejo de lo que fue toda la eliminatoria, un resultado que con todo merecimiento sacó a ambos de la Copa del Mundo.
Haití hizo lo que le correspondía, con toda justicia y contra todos los pronósticos del inicio de la eliminatoria, está en la Copa del Mundo tras derrotar a Nicaragua 2-0, dejando a Costa Rica enterrada en lamentos, lágrimas e indignación.
No hay por dónde defenderlos, porque como en la fecha pasada, hasta los resultados de los otros partidos le servían a la Sele, el triunfo de Guatemala 3-1 ante Surinam le daba opciones a la Tricolor de clasificar al menos repechaje, pero ni eso se pudo aprovechar. Con ese resultado de los chapines, ¡solo necesitábamos ganar por un gol!
La gente se acordará de este martes negro cuando se le dijo adiós a ir a la Copa del Mundo por segunda vez durante el siglo XXI, época en la que creíamos que ya teníamos dominado esto y de repente una cachetada de humildad nos vino a aterrizar en la realidad.
Hay toda una generación que asume como algo totalmente cotidiano ir a un Mundial, cualquiera que tenga menos de 30 años apenas se acordará de un único descalobro, el de Sudáfrica 2010, y en aquel por lo menos nos fuimos peleando hasta el final en un repechaje con Uruguay.
Sin duda hablamos de un enorme fracaso del fútbol costarricense, le duela a quien le duela, en la eliminatoria más fácil de la historia, lo niegue quien lo niegue. Tocaba matarse con los equipos de Centroamérica y el Caribe, pero donde siempre nos hemos sentido gigantes, ahora fuimos enanos.
En la cancha ante la H todo fue muy frustrante, el reflejo de toda la eliminatoria, parecía que no se daban cuenta qué nos estábamos jugando, porque no era solo decirlo, sino hacerlo.
El aire no daba más y con el pitazo final del canadiense Drew Fischer ahora solo toca repartir culpas, parte en la que todos salen pringados.
Sería facílisimo echarle toda la culpa a Miguel “Piojo” Herrera, como usualmente se hace con el técnico, pero hay que ir más allá. Pero sin duda el mexicano quedará en el recuerdo como uno de los peores técnicos en la historia de la Selección. Ese será su sitio, fueron demasiadas sus equivocaciones a lo largo de la eliminatoria que hoy nos tiene fuera del Mundial, nos dejó sin Mundial.
El técnico se irá sin poder consolidar una idea de juego, una alineación, sin entender detalles básicos como que por meter más delanteros o volantes no se será más ofensivo sino hay nadie que sepa manejar la bola y poner a jugar a sus compañeros, ante la H también nos pasó.
Cualquier aficionado veía que nos sobraba un contención, un lateral, un defensa y no fue solo este martes sino en toda la eliminatoria. De nada valía salir con cuatro o cinco delanteros sino tenía quién los alimentara.
Esperamos ver al Piojo mañana mismo tomar un avión a México y que se vaya a su casa a pensar en todas las preguntas que no fue capaz de responder a la prensa tica, así como en los momentos que no fue capaz de reaccionar o darle vuelta a las partidos.
No podía ser posible que en el segundo tiempo, al ver que la goleada de Guatemala a Curazao al menos nos dejaría entrar al repechaje, el hombre no reaccionara, no se metiera, no le pegara un grito a sus jugadores para que reaccionaran, mostrar algo de vida.
Dice demasiado de su liderazago que quienes tuvieron que avisarle a los jugadores lo que estaba suciendo fueron los jugadores de la banca, que Celso Borges se levantara a hablar, decirle a Keylor y que este difundiera el mensaje.
Hasta Gustavo López, periodista de Teletica Deportes, se moría por meterse a la cancha para decirle a esta gente se movieran, que hacía falta un gol nada más.
El ingreso de Anthony Hernández buscó sumar algo, esa sangre que tanto se ocupaba, pero sin ayuda es complicado, el de Kenneth Vargas fue a nada, un jugador hundido futbolísticamente, de los que no nos iban a sacar del hueco en el que estábamos metidos.
Lo sucedido es la consecuencia de un “proceso” que nunca lo fue, que no tuvo idea ni forma, con el que jamás podíamos llegar a ningún lado.
En algún momento la bomba nos iba a explotar en la cara y ahora que cada palo aguante su vela y cada uno se haga responsable de lo que le toque y al que le toque irse, que lo haga. Este fracaso no puede irse en blanco. ¡Era un gol y nos metíamos al repechaje! Ni eso pudimos hacer.
