El Novelón

Elecciones llenaron de dolor a una familia de Grecia

El sindicó Jacinto Paniagua murió en 1978 cuando andaba jalando a una gente para que fueran a votar.

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Una familia de Carbonal de San Roque de Grecia en Alajuela saldrá a votar este 3 de abril en la segunda ronda entre José María Figueres y Rodrigo Chaves con un nudo en el corazón porque a ellos hace 44 años las elecciones los marcaron para toda la vida.

Doña María Cecilia Gómez, de 90 años, a quien de cariño le dicen Chila perdió a su esposo, Jacinto Paniagua Rodríguez cuando él, quien era síndico de su pueblo, procuraba que nadie se quedará sin votar.

Cada cuatro años desde aquel 5 de febrero de 1978, ella y los siete de sus once hijos que aún están vivos, reviven el dolor.

Don Jacinto, de 51 años, murió en un accidente cuando llevaba a varios vecinos a las elecciones en las que ganó Rodrigo Carazo del partido Coalición- Unidad que se enfrentó a Luis Alberto Monge.

Para sus seres queridos don Jacinto falleció defendiendo el derecho de votar de los griegos.

”Era un liberacionista de corazón, fue uno de los primeros en ir a votar, ese día se levantó tempranito, estaba muy entusiasmado porque siempre le había gustado participar en las campañas”, recordó doña Chila.

Entre las labores de don Jacinto no estaba jalar gente; sin embargo, él siempre estaba anuente a colaborar en lo que fuera.

”Una encargada de las juntas receptoras le pidió que fuera a San Luis de Grecia por una familia a la que le tocaba votar en San Roque y que no tenía recursos para movilizarse, eran unos ocho kilómetros de distancia”, contó doña María.

Para don Jacinto nadie se podía quedar sin votar y menos si era por su partido, por lo que se subió a su Jeep verde militar y se puso en marcha.

En San Luis doña Juana Miranda Salazar y Mario Corrales Bogantes, además de los hijos de ellos, los gemelitos Ligia Mayela y Franklin ya lo estaban esperando. A ellos les habían dicho que una persona muy importante del pueblo los iba a recoger, por lo que se dieron prisa para no atrasar al síndico.

En el carro también iba un amigo muy querido por don Jacinto, Gilberto Bolaños González y una muchacha que se llamaba Lilliam, que era una guía de mesas.

Eran las 3:30 de la tarde cuando iban por Los Ángeles Arriba en San Luis, por una calle de lastre y muy angosta, era un ruta que la gente que conoce la zona usaba porque servía de atajo para llegar a San Roque.

Al llegar al puente sobre el río San Juan, que queda en una curva, el Jeep se fue de lado contra un paredón, don Jacinto trató de enderezarlo para evitar el choque, pero fue a dar al otro lado de la calle, las llantas del Jeep quedaron en el aire, el carro dio vuelta y cayó al fondo del río.

Las personas que iban en el carro con don Jacinto lograron salir, don Gilberto estaba muy golpeado, aunque todos ellos trataron de sacar al síndico del carro fue imposible.

”Cuando la Cruz Roja llegó ya no podían hacer nada, él había fallecido, quedó con un brazo prensado y la cabeza debajo del agua, no se pudo defender”, dijo la señora.

Aunque doña Chila siempre andaba con su esposo, ese día, él no la llevó, según cuenta ella su marido era como un reloj, la puntualidad era muy importante para él y ese día había quedado en regresar a las 3 de la tarde, por lo que ella empezó a presentir algo y a sentirse muy intranquila.

”Al rato llegó al pueblo la noticia de que hubo un accidente con el carro de mi esposo, y ni para que, yo me fui para el hospital de Grecia en carrera y cuando llegué le pregunté al guarda, ‘¿qué pasó con los del accidente de San Luis?’, me dijo que el chofer murió”, recordó doña María Cecilia.

“En ese momento yo sentí que me moría”, agregó.

Don Gilberto fue internado en el hospital por las lesiones que tenía y a Juana y Mario los llevaron a votar en otro carro.

”A mí ese día me cambió la vida, han pasado ya demasiados años, pero yo sigo extrañando a mi esposo, siempre lo tengo presente en mi corazón, le pago misas y le hago rezos, ahora mis hijos me llevaron a votar en la primera ronda porque mi esposo les heredó el amor a la patria”, aseguró.

“Era un buen esposo y un buen papá, lo que yo diera porque estuviera vivo, las elecciones ya no me traen tanta alegría, más bien son difíciles, para mi esposo y en esos tiempos eran una verdadera fiesta”.

Hijo predilecto

Don Jacinto hizo muchas cosas buenas por la comunidad y por eso su familia es muy querida, ayudó para que hubiera luz y agua mientras llegaba el ICE, puso el primer teléfono público, ayudó con la escuela y la plaza de deportes.

”A mi esposo no solo lo lloramos nosotros sino muchas personas de la comunidad”, aseguró doña María.

El pasado 5 de febrero la familia realizó la misa de todos los años a don Jacinto. María Isabel Paniagua, hija de don Jacinto, recordó que cuando su papá falleció ella tenía siete añitos.

”Ese día a mi papá no le tocaba jalar gente, pero él era demasiado metiche, apenas supo que había una familia que necesitaba ayuda para votar se ofreció porque era un hombre luchador, entregado por el pueblo y de los que nunca le decía que no a nada”, dijo la hija a quien de cariño le dicen Maritza.

“Mi papá era único, breteador, campesino, lo recuerdo con mucho amor”.

”A papá todo mundo lo quería, por lo activo que era, y más en elecciones, él era de volar pala para que las casas no se inundaran cuando llovía fuerte. Algo muy duro es que cada vez que mi papá cumple un año de fallecido, mi hermano Gerardo cumple años”, contó.

Maritza asegura que su papá era tan querido que lo nombraron hijo predilecto del cantón y a la escuela le pusieron su nombre.

Según la familia de don Jacinto a punta de ventas de gallos, además algunas colaboraciones de vecinos en 1960 con ¢15.000 lograron levantar la escuelita del pueblo.

Muchos niños que solo trabajaban en las fincas cafetaleras terminaron en las clases estudiando. Un año después de que don Jacinto murió un diputado alajuelense pidió que se le pusiera el nombre del síndico y hasta la fecha se mantiene, doña Maritza nos contó que más bien la remodelaron, ahora es más grande y quedó preciosa, su papá estaría feliz de verla.

”Iban a realizar unas actividades bien bonitas para inaugurarla, pero con la pandemia no se ha podido”, dijo la hija.

En la actualidad la escuelita de “don Jacinto” sirve de mesa receptora para las votaciones ahí vota su esposa y sus hijos y muchos amigos.

”Cuando despedimos a mi papá yo recuerdo que las filas de carros eran de varios kilómetros, la gente caminaba para llegar a la casa, fue demasiado el cariño para él y para nosotros”, dijo.

La hija comentó que fue muy duro para ellos salir adelante después de la muerte de su papá; sin embargo, su mamá luchó por ellos y todos se convirtieron en personas de bien.

La historia de don Jacinto y de lo que hizo por el pueblo ha pasado de generación en generación.

Doña Chila tiene en su casa un cuadro con una imagen de ella y de su esposo que conserva como un tesoro, para ella es uno de los recuerdos que más la acerca a él, más que lleva tantos años extrañándolo y deseando que nadie le hubiese ocurrido.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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