El Novelón

Una aguja salvó a rehén en mortal intento de fuga en La Reforma

Hace 10 años murieron un oficial penitenciario y dos reos de Máxima Seguridad

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Una aguja y la participación oportuna de un paramédico permitieron que unos de los rehenes de un grave intento de fuga en La Reforma lograra sobrevivir cuando ya casi ni podía respirar después de haber sido apuñalado.

El 11 de mayo del 2011 se armó un motín en la prisión alajuelense que dejó como saldo tres muertos: un policía penitenciario y dos presos. Cinco rehenes resultaron heridos.

A raíz de los diez años transcurridos, en el programa de radio “OIJ a tu servicio”, narraron qué ocurrió aquel día el actual ministro de Seguridad Michael Soto, quien era entonces el jefe de Planes y Operaciones del OIJ; Fernando Montalbán, quien era jefe del Servicio Especial de Respuesta Táctica (SERT) y Jorge Rojas, exdirector del Organismo de Investigación Judicial.

En el espacio de radio, Montalbán habló del episodio del paramédico y en La Teja nos dimos a la tarea de buscarlo y descubrimos que aún es voluntario y es, por decirlo así, un amigo de la casa: Héctor Blanco.

Aquel 11 de mayo, siete reos estaban decididos a dejar la prisión a como diera lugar. Tomaron como rehenes a varios oficiales penitenciarios a los que les quitaron sus armas y a personal administrativo del centro penal, entre ellos el director de Máxima Seguridad.

Michael Soto recordó que cuando lo llamó el jefe de inteligencia de la cárcel para informarle lo que ocurría eran cerca de las 2:30 de la tarde, él estaba en San Rafael de Alajuela en una práctica de manejo de crisis.

Los oficiales del SERT se encontraban en un allanamiento en Heredia cuando los llamaron para decirles que pasaba algo muy grave en La Reforma y de inmediato los mandaron para allá.

Cuando Soto y Montalbán llegaron, de inmediato les dijeron que quienes trataban de escapar eran reos muy peligrosos. Entre ellos estaba Erlyn Hurtado Martínez, condenado por el intento de asalto al Banco Nacional de Monteverde el 8 de marzo del 2005 (murieron nueve personas: siete víctimas inocentes y dos de los asaltantes y hubo once heridos).

También estaban entre los presos rebeldes Johel Araya, encarcelado por robo agravado y secuestro, y Johhny Rodríguez Moya, condenado por homicidio y robo (ellos ya habían intentado fugarse del tabo en el 2006.

Y completaban la lista Randall Morales, preso por tentativa de homicidio y homicidio; Juan Sánchez, preso por homicidio calificado y robo agravado; Paris Hidalgo, culpable de homicidio; Tonny Jiménez, encarcelado por robo, violación y tentativa de homicidio; Jesús Rojas, encarcelado por homicidio calificado y Carlos Agüero.

Los sospechosos exigían que les llevaran un bus para salir de la cárcel y amenazaban con disparar a los rehenes.

Montalbán explicó que los delincuentes tenían la fuga muy planificada y lo que más les preocupaba a las autoridades era la supuesta tenencia de granadas por parte de los delincuentes. A los rehenes los tenían tapados con sábanas y tirados en el suelo.

“Con un radio que los reos tenían, pedían que les abrieran las puertas para salir, pero nosotros no lo podíamos permitir, representaba un peligro para las personas afuera”, explica don Fernando.

Araya era quien hablaba con los negociadores.

El peligro que enfrentaban los rehenes concentraba la atención de las fuerzas policiales.

“Nos empezamos a plantear cómo rescatar a esas personas sin lesiones y con vida”, añadió.

Según Soto, alguien les había facilitado las llaves a los sospechosos y la situación era cada vez más tensa.

Como una forma de protegerse, los maleantes amarraron a los rehenes con mecates y los pusieron formando un círculo, como si fueran un escudo alrededor de ellos. Las sábanas que les colocaron encima fueron para que a los policías les costara verlos si decidían enfrentarlos.

Soto narró que los delincuentes y los rehenes caminaron 50 metros y llegaron hasta un segundo portón cercano a una calle interna, allí empezaron a cortar la malla después de la cual era sencillo estar ya fuera de los límites de la prisión.

Personal de policía que los veían detectaron que tenían armas de fuego, cuchillos y, sí, lo que parecían ser granadas.

Ver que trataban de cortar la malla elevó más la tensión. Según explica Soto, si agarraban a la derecha iban hacia la salida y a la izquierda hacia la armería. Las autoridades debían tomar un decisión aunque fuera riesgosa porque si los delincuentes lograban llegar a la calle podría haber civiles en peligro.

Apenas empezaba a oscurecer, eran cerca de las 5:45 de la tarde, cuando el grupo táctico recibió la orden de entrar para impedir la salida de los sospechosos.

“Por radio yo digo dos veces ‘sepan que va a haber muertos y heridos’. Lo digo dos veces y se ordena la entrada”, recuerda Montalbán.

Al saber que el SERT iba a entrar, los rehenes los madreaban. Les decían que por ellos los iban a matar. “Unos lloraban y otros gritaban, en mis treinta y resto de años en servicio jamás había vivido algo así. Ellos daban un paso adelante y nosotros dábamos otro”, dijo el entonces jefe del SERT

El hoy ministro Soto confiesa que en aquel momento él estaba cerca observando todo y se puso a orar para pedirle a Dios que nadie muriera.

“Yo voy narrando por el radio lo que va pasando. Se escuchaban disparos, se usó una bomba sonora para crear un efecto en los sospechosos, desde donde yo estaba podía ver todo desde arriba, es cuando Fernando me dice que hay personas heridas, que todos (los delincuentes) están neutralizados (dominados). Esa situación causa mucha angustia, hay un olor a sangre y pólvora al mismo tiempo”, recordó Soto.

Los captores habían herido con cuchillo a algunos de los rehenes.

En su relato, don Fernando cuenta algo que casi nadie sabía.

“Uno de los policías (penitenciarios) había sido apuñalado en un pulmón por uno de los amotinados, él (reo) tenía espuma con sangre, eso indica que hay un pulmón con sangre. El paramédico que nos acompaña (Héctor Blanco) saca una aguja y provoca una válvula; el afectado, que ya estaba con los ojos en blanco, hace a sentarse y una semana después sale del hospital”, dijo don Fernando, quien añadió que aquel día los acompañaban dos médicos y el paramédico, que eran voluntarios.

Héctor Blanco lo recuerda así: “(El rehén) tenía comprometido el pulmón, (lo de la aguja) fue una decisión de segundos. Con una aguja o catéter le hago la descompresión en la parte del frente del pecho, en las costillas, y dejó de tener una respiración crítica y pasó a respirar bien. Lo llevaron al hospital y luego supe que se salvó”, dijo Blanco.

“Nosotros habíamos hecho un plan médico de posibles víctimas que se pudieran dar con el enfrentamiento y se habló con el coronel Guillermo Arroyo de cómo se iba a coordinar y manejar a los pacientes”, detalla Blanco.

Mientras los oficiales se enfrentaban a los secuestradores, Blanco y los dos doctores estaban muy cerca, como metidos en un hueco para protegerse. Blanco aún recuerda los gritos que escuchaban desde donde estaban: “¡no nos maten, por favor!”.

Eran los rehenes. Los reos, por su lado, gritaban que no se iban a dejar.

El experto en emergencias no recuerda el nombre del oficial penitenciario al que atendió, de hecho por la naturaleza de su trabajo el nombre del herido y de los otros se ocultaron.

En un momento, en medio de muchísima tensión, los amotinados se quitaron la sábana con la cual se iban tapando y dispararon contra las autoridades, que les respondieron.

En el sitio murieron Hurtado y Rodríguez, el oficial penitenciario Francis Morales Fallas, de 39 años, resultó herido de bala y falleció en el Hospital México.

Además, se recapturó a los internos Johnny Jiménez García, Jesús Rojas Miranda, Josué Hidalgo Mayorga, Juan Carlos Robles Chaves y Jovel Araya Ramírez. Habían pasado tres horas y media desde que se conoció el motín.

Los otros heridos fueron enviados a hospitales y lograron superar las lesiones.

“Nunca voy a olvidar a Francis, el enfrentamiento y los disparos quedaron grabados en mi mente, ese día quedó en evidencia la gran capacidad y trabajo y capacitación de los oficiales tácticos”, reflexiona Blanco.

Conforme se fueron conociendo detalles del plan de los reos se vio que tenían fuera de la prisión un carro con armas, una casa donde se iban a quedar y medicamentos. Desde afuera una persona (o varias) habían estado colaborando con los delincuentes.

Diez días después del fallido intento de fuga, Johel fue encontrado muerto en su celda, tenía gran cantidad de golpes y 10 oficiales penitenciarios fueron señalados por su muerte y llevados a juicio, del cual salieron absueltos.

Por el desmadre en La Reforma los reos que trataron de fugarse también fueron enjuiciados, recibieron penas de entre 2 años y 13 años de prisión.

Un oficial de apellido Castro fue condenado a 29 años de cárcel por ser quien facilitó las armas y las llaves de las celdas.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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