“A mi esposa no le cae bien mi forma de ser, creo que no me tolera. Por todo grita, le molesta mucho todo lo mío, mis amistades, opiniones, actividades. Siempre tiene algún problema, en cualquier salida le molesta la presa, el restaurante, el ambiente, pero con otras personas es la mujer más tolerante del mundo. Yo he optado por callarme, pero es imposible, cuando le hablo lo que me dice es que ella es así, que si no me gusta que me vaya, realmente lo estoy pensando”.
1. Cualquier proceso de relación humana, entiéndase de pareja, familia, trabajo o amistad, tiene que pasar por estructuras de tolerancia, porque tenemos que aprender a convivir con nuestras diferencias, para que exista armonía, de lo contrario caminamos sobre la tierra del conflicto.
2. Las expresiones “yo soy así” o “a mí no me gusta”, es decir, sin flexibilidad, hace que las personas operen desde ahí, lo cual no es conveniente. Una persona que se mueva desde esta perspectiva, tiene que tener muy claro que está llamada a hacer una revisión profunda de su intolerancia. No se puede estar en una relación de forma sana, cuando alguno de los dos impone criterios y dicta normas, pues esto es la antítesis de la empatía y la simpatía, nada suma para nuestro bienestar.
3. Todos estamos llamados a le escucha prudente, la comprensión cálida, el respeto, a la toma de decisiones y a las justas negociaciones para equilibrar nuestra vida en pareja o familia. Vivir en conflicto con la forma de ser de nuestra pareja nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué estamos juntos? ¿Qué nos unió? ¿Por qué un ser humano decide estar con alguien que no soporta? Es importante revisar todos estos elementos.
4. Una relación sana parte de la comprensión de la individualidad. El respeto y la tolerancia deben ser la norma para abrirnos a una vida donde podamos conciliar nuestras posiciones y diferencias, con el objetivo de vivir en paz y en armonía. Sin tolerancia, la vida en pareja se tiñe de tensión y esta no es la vía.