En la vida nos van a pasar muchas cosas o tomaremos decisiones que podrían llevarnos a una situación que nos va a causar dolor y que frente a situaciones que nos causan decepción, tristeza o ansiedad, estamos llamados a la búsqueda de una sana integración de dicha situación.
Caminar por la vida sintiendo que a partir de una situación no hay posibilidad de recuperar la paz emocional es una vía un poco nublada y cargada de múltiples fluctuaciones emocionales. Aceptar y comprender que las situaciones cambian y que nos corresponde detenernos, respirar y replantear la vida para soltar y establecer soluciones o nuevos comienzos, es un gran reto en la vida.
Pero, si caminamos con: “no lo puedo perdonar”, “no creo que esto me está pasando”, “me niego a aceptar la realidad”, “no puedo con este dolor”, “no tengo ganas de nada”, nos especializamos en este análisis negativo y defensivo que provoca retraimiento y patrones impulsivos o explosiones de carácter. Estas son señales que nos dicen que hay que detenerse, buscar ayuda, resolver.
La vida suele atraparnos en situaciones que nos abruman, pero no podemos quedarnos única y exclusivamente con la experiencia de dolor o que nos desorganizó, hay que ir un poco más allá. Ayuda reconocer que no podemos enfrentar solos las cosas. Es importante ir más allá y no quedarnos solo con la experiencia de dolor.
Replantear la vida es una responsabilidad y a veces no podemos hacerlo solos, necesitamos la voz de un amigo, la orientación del pastor o del sacerdote, el apoyo de la familia, del contador, del bogado, del sicólogo o de los amigos. Cuando algo no puede ser resuelto y asumido por uno es importantísimo reconocer que excede nuestras fuerzas y que, esta vulnerabilidad es un indicador para buscar ayuda, porque la paz emocional es algo que se puede construir de múltiples formas, pero encerrados en el dolor o en temas no resueltos no vamos a lograr la paz interior.