Farándula

Conozca el lado oscuro del cantante Alberto Cortez

A pesar de que es una figura muy respetada y admirada por éxitos como ‘Cuando un amigo se va’ tenía una historia llena de polémica

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Alberto Cortez empezó a tocar el piano a los seis años y a componer canciones con 12: su primera pieza fue Un cigarrillo, la lluvia y tú, interpretada por numerosos artistas.

Su carrera, larga y exitosa, se desarrolló a ambos lados del Atlántico. Trabajó con su amigo Facundo Cabral, con Joan Manuel Serrat, con María Dolores Pradera, entre otros.

La muerte le llegó el jueves por una insuficiencia cardíaca tras una hemorragia gástrica, en el Hospital Universitario de Móstoles, en Madrid: tenía 79 años y varios conciertos programados en Latinoamérica.

A pesar de que es una figura muy respetada y admirada por éxitos como No soy de aquí y Cuando un amigo se va tenía una historia llena de polémica y de traición.

José Alberto García Gallo, su nombre real, nació en Rancul (La Pampa) el 11 de marzo de 1940.

A los 17 años, mientras estudiaba en San Rafael, cerca de Mendoza, se unió como cantante a una orquesta local llamada Arizona, y con 20 alistó en el Argentine International Ballet Show, que partía rumbo a Europa para no ir al ejército. En ese espectáculo figuraba también Waldo de los Ríos, que luego haría carrera en España como compositor y arreglista.

El Argentine International Ballet Show fue un fiasco. El empresario desapareció cuando el grupo se encontraba en Bélgica y cada uno de los artistas, sin trabajo y sin dinero, procuró salvarse como pudo. Así comenzó el episodio más oscuro en la vida de García Gallo.

En Bélgica gozaba de cierto renombre el cantante peruano Alberto Cortez, y García Gallo adoptó el mismo nombre y la misma identidad.

Haciéndose pasar por el peruano y adoptando su mismo repertorio de boleros y cha-cha-chas empezó a actuar en Alemania y Bélgica, donde se casó en 1964 con Renée Govaert, “la que está en todas mis canciones, la musa que me llevó a todo esto”, según explicó el músico años después.

Ese mismo año, Alberto Cortez (el peruano) tuvo una oferta para grabar un disco en Madrid, pero quien se presentó en el estudio fue el otro Alberto Cortez, el argentino. Así lanzó su primer éxito, Sucu-sucu.

El Alberto Cortez peruano demandó al argentino y logró que los tribunales belgas le cedieran la exclusiva del nombre artístico por 20 años. En 1966, el Alberto Cortez argentino, ya famoso, fue detenido en Barcelona por usar ilegalmente el nombre, pero la discográfica Hispavox pagó su fianza y el asunto quedó empantanado en los tribunales españoles.

El peruano, que en adelante se hizo llamar El original, acabó desistiendo tras un áspero enfrentamiento con el argentino a través de la prensa. Los detalles de la historia se conocen por la autobiografía del peruano, Yo sí soy Alberto Cortez. El ché prefería no hablar del tema.

De los boleros y las melodías tropicales copiadas al Cortez peruano, el argentino evolucionó hacia un estilo muy distinto, el de cantautor de las pequeñas cosas y la vida cotidiana.

Le fue tuanis.
Vendió millones de discos con canciones como El abuelo, En un rincón del alma, Cuando un amigo se va, A partir de mañana o El callejero, publicó libros y poemarios, actuó ante multitudes y obtuvo premios como el Grammy Latino a la Excelencia (2007) y la Medalla de Oro al Mérito Artístico en España. Se hicieron célebres sus dos espectáculos de música y humor junto a Facundo Cabral, Lo Cortez no quita lo Cabral y Cortezías y Cabralidades.

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