“Conocí a un muchacho muy bueno y me gusta mucho. Coincidimos en todo, excepto en que nuestra visión cristiana es muy diferente. Esto ha creado graves diferencias entre nosotros. He intentado hablar con él respecto a temas como ropa, amigos, salidas, sexo, trabajo y tiene posiciones muy radicales. Él dice que una mujer cristiana no puede salir sin su pareja, he intentado explicarle que esto no es así y le dije que habláramos con mi pastor, pero dice que hay muchos falsos profetas. No sé qué hacer, desde que estoy con él creo que dejé de ser yo misma”.
1. Usted dice: “desde que estoy con él, dejé de ser auténtica”. Tener que sujetarse a un esquema en el que la otra persona dicta cátedra, normas y define lo que es bueno o no para usted. Esto aunque sea planteado de forma muy bonita y tenga matices religiosos es muy cercano a la agresión sicológica. Todo proceso de anulación de la libertad de un ser humano es violencia.
2. Si él considera que tiene la razón y afirma que no va a hablar con nadie porque existen falsos profetas, estas son las creencias de él. Por eso le pregunto, ¿concuerdan con las suyas?, ¿considera que hay una posición de diálogo? Si la respuesta a todo esto es no, entonces, la pregunta es: ¿realmente quiere estar ahí?
3. Respeto la espiritualidad de las personas, pero aquellos procesos religiosos o aquellas espiritualidades que establecen criterios de control, anulan la voluntad y la libertad de otro ser humano, no puede asociarse a la fe.
4. Si una persona se siente anulada, atada, ahogada, coaccionada, no solo por la visión cristiana de este muchacho, sino porque no hay espacio al diálogo, no se abre a la escucha, la comprensión, la negociación, el respeto, la tolerancia y la aceptación, el pronóstico de relación es relativo.
5. Ambos deberían buscar a un buen director espiritual que les dé una buena formación y evaluar a nivel sicológico patrones de celos y control. Usted debe tomar decisiones.