Farándula

“La pandemia nos enseñó que somos vulnerables, lo que nos llama a vivir sin resentimientos”

Rafael Ramos, psicólogo

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¿Te has puesto a pensar cuánto tiempo has perdido preso de tus rencores? ¿Cuánta distancia has trazado con tus seres queridos?

¿Cuántos días, meses o años alejado de una persona simplemente porque no han resuelto un conflicto?

¿Cuánto enojo haz albergado en tu corazón y cuánto resentimiento te ha quitado el brillo?

Hoy nos damos cuenta que la vida cambia de un momento a otro. Tenemos que tomar distancia social, vernos menos, pero si lo hacemos tiene que ser cumpliendo una serie de restricciones orientadas a salvaguardar nuestra salud, lo que ha creado cambios en la forma de hablarnos, mirarnos, mostrarnos afecto y demás.

Entonces llegó un momento en el que hay que cuestionarse a fondo si vale la pena vivir cargados de rencores, con temas no resueltos o situaciones que nos reprochamos los unos a los otros de forma frecuente, que lo único que han hecho es crear distancias.

Hay muchas personas que no le hablan a sus padres o hermanos o viven en medio de grandes pleitos. También se ven muchos casos de parejas que se separan y sus relaciones son muy conflictivas, lo mismo ocurre en los trabajos, donde hacen caras, gestos, actúan con repugnancia y no le hablan a los demás.

Creo que la pandemia nos enseñó que todos somos vulnerables, lo que nos llama a vivir sin resentimientos, a desarrollar la humildad para decir: “Perdón, me equivoqué”, y limar asperezas.

A veces tomar distancia es sano, pero vivir atrapados en el rencor y el dolor es algo que no tiene mucho sentido, no suma nada, aporta poco y nos roba la energía.

Sin rencor y con humildad no significa bajar la cabeza. Creo que todos estamos llamados a hacer una revisión de nuestra posición de vida, para replantear el cómo la llevamos y cómo establecemos relaciones sanas.

Si después de hablar las cosas no se solucionan, pues se tomarán decisiones, pero ya no desde el conflicto, el gesto, la fricción, el chisme o la complicación. No se trata de seguir echándole sal a la herida y lastimándonos con nuestros gestos, palabras o acciones, se trata de vivir conectados con esperanza, el perdón y la reconciliación como estilo de vida.

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