Lena Katina solo había besado a un muchacho antes de hacerlo una y otra vez con Yulia Volkova delante de millones de personas.
Juntas llevaron a t.A.T.u. a convertirse en la mayor sensación musical rusa desde Chaikovski, ya que fueron números uno mundiales, censuradas en la televisión gringa, causaron polémica en Eurovisión y una extasiaron a una generación de adolescentes ante el triunfo de su amor contra la adversidad. Ambas dieron forma y vida a un fenómeno que cumple 20 años.
Pero lo que parecía una historia fantástica, resultó ser un montaje de un mánager que descubrió en 1999 el éxito que tenían las páginas porno de lesbianas en Internet y se propuso adaptarlo a un producto de música pop. El mánager junto a Lena y Yulia, que ni siquiera eran lesbianas y tampoco tomaban decisiones, según informó el diario español El País.
Detrás de aquella fantasía se escondía un representante despiadado cuya única orden era: “Hagan lo que yo diga”. Él tenía 33 años. Ellas, tan solo 15 primaveras, cuando aparecieron.
El responsable máximo de este glorioso timo musical fue Iván Shapovalov, un sicólogo infantil reconvertido en director de publicidad y productor musical.
Shapovalov hizo un casting en Rusia a más de 500 niñas y después de la zarandeada nació t.A.T.u. (que es un acrónimo en ruso que significa esta chica ama a esa chica), un dúo inspirado en la película sueca Fucking Amal que contaba la historia de amor entre dos colegialas.
“Un día estábamos ensayando e Iván dijo: 'Me falta algo... van a besarse. Nosotras nos morimos de la risa: ‘Sí, claro’. Iván se pone serio: ‘Venga, a trabajar’. Yulia se me acerca y yo me siento extraña, pero a la vez curiosa. En ese momento Iván se convirtió en una autoridad.
Por ejemplo, le pedía a Yulia que se desabrochara el cinturón o que me pasara la mano por debajo de la camiseta”, recordó Lena (la pelirroja) en 2011 a la revista The Caravan.
Su look de niña militar-emo-grunge-chic-anime fue imitada por millones de adolescentes.
En el video de “All the things she said” (Todo lo que ella dijo), rodado por Shapovalov, aparecían vestidas de uniforme de escuela, mojadas bajo la lluvia y besándose mientras eran observadas por adultos con miradas desaprobadoras desde detrás de una valla con alambre de púas como si se tratara de un campo de concentración. La pieza fue número 1 en toda Europa.
Esta canción llegó a convertirse en un himno para los adolescentes LGTB y también para los heterosexuales, porque capturó todas las emociones que cualquiera atraviesa con su primer amor.
Varios medios de Europa occidental pidieron censurar a t.A.T.u. Además, las criticas contra la explotación erótica de dos menores de edad apelando, además, al imaginario del turismo sexual del continente que convertía a su mánager y creador en una especie de proxeneta eran muchas y constantes.
Pero cualquier tipo de desaprobación no hacía más que reforzar el producto: si los adultos las reprobaban, los adolescentes se aferrarían más a ellas como un símbolo de rebeldía.
Cuando les pedían autógrafos reaccionaban con agresividad gritando “niet!” (“no” en ruso). Para muchos adolescentes, las integrantes de t.A.T.u. eran las primeras artistas sexualmente libres y desafiantes que conocían.
Lena y Yulia huían de los periodistas agarradas de la mano y, cuando las alcanzaban, se besaban apasionadamente. En las sesiones de fotos posaban, sin que nadie se lo pidiera, en camisetas, sin brassier y en calzones y se metían mano para que el fotógrafo aprovechara el momento.
Cuando la cadena NBC les prohibió hablar sobre la guerra de Irak, mostraron camisetas que decían “puta guerra” en ruso (la emisión difuminó las letras). Cuando después fueron a la ABC con las mismas camisetas, les pusieron unas encima que decía “Censored” y ellas escribieron “puta guerra” en la mano del presentador, Jimmy Kimmel.
“Escandalizar a la gente y observar sus reacciones se volvió un juego divertido. Iván construyó cierta aura de misterio a nuestro alrededor: nos prohibió conceder entrevistas y si interactuábamos con periodistas debíamos responder con monosílabos o con ambigüedad. Tampoco nos dejaba salir”, explicó Lena Katina.
Yulia y Lena defendían la libertad para amar, pero jamás confirmaron en público que fuesen pareja. El mundo, sencillamente, asumió que lo eran porque no podía concebir que todo se tratase de una perversa maniobra publicitaria.
“Yo lo veía como hacer un personaje en una película. Tuve mis dudas, porque estaba fingiendo ser algo que no soy, pero luego pensé que si podía ayudar a otras personas que sí lo eran, por qué no”, dijo Katina.
Esta actitud evasiva se fue volviendo hostil y, con 17 y 18 años, Yulia y Lena ya se comportaban como rockeras salvajes. Minutos antes de aparecer en un programa de la televisión de Japón (donde su estética de colegialas las convirtió en un fenómeno sin precedentes), Shapovalov les ordenó que se largaran en medio de la entrevista. La sociedad japonesa lo consideró una falta de respeto insoportable y casi nadie acudió a sus conciertos posteriores.
Eurovisión 2003 fue el principio del fin de t.A.T.u. Ni ellas ni su mánager querían participar, pero el Gobierno ruso no les dejó otra opción: ellas eran sus mejores embajadoras en Occidente.
Tras ensayar solo dos veces fue una de las presentaciones más furris que se recuerdan en el festival, pero aún así quedaron terceras.
Antes de sacar su segundo disco, t.A.T.u. despidió a Shapovalov (quien se estaba quedando con el 95 % de los beneficios) y el embarazo de Yulia precipitó el final de la fantasía.
“Muchos de nuestros fans de orientaciones sexuales alternativas sienten que les hemos mentido o les hemos traicionado. No es así. Nunca hemos hecho tal cosa y siempre hemos defendido el amor sin barreras”, dijeron.
“t.A.T.u." se separó en 2011. En 2014 se reunieron para actuar en los Juegos Olímpicos de Sochi, pero aquel reencuentro, durante el que apenas se miraron a la cara, solo sirvió para que la opinión pública internacional condenase la hipocresía de su país: en 2014, t.A.T.u. no habría podido existir por culpa de la ley contra la propaganda homosexual decretada por Putin.
Quizá Yulia Volkova estaría de acuerdo con su presidente. En 2014 aseguró que si su hijo fuese gay lo condenaría, porque cree que “un hombre de verdad tiene que ser un hombre de verdad”.
“Dios creó al hombre para la procreación, es su naturaleza. El hombre está para proveer y ser fuerte, no aceptaré a un hijo gay".
"Pero quiero aclarar que no estoy en contra de los gais, es solo que quiero que mi hijo sea un hombre de verdad y no un marica. Aunque creo que ser gay sigue siendo mejor que ser un asesino, un ladrón o un drogadicto”, dijo en sorpresivas declaraciones.
Pero ahí también radica la trascendencia de t.A.T.u., su efecto fue libertador: millones de adolescentes encontraron la forma de expresar su identidad sexual, su descubrimiento de la madurez y su rebelión contra la sociedad.
Hoy en día Lena Katina sigue gozando de una base de fans generosa en países de Sudamérica como Chile o Argentina, lo que le llevó a publicar un disco en español, Esta soy yo, en 2016. Antes de eso, en 2014, tuvo un hijo y acusó a Yulia de chantajearla cuando actuaron en Sochi.
Yulia, por su parte, contó que en 2012 sufrió cáncer de tiroides y la operación dañó sus cuerdas vocales, dejándola casi sin voz. Tiene dos hijos. Se convirtió al islam en 2013, volvió a la iglesia ortodoxa en 2017 y resulta que sí es bisexual.
Lena y Yulia no tienen ningún tipo de contacto desde 2014.