Farándula

Mundo picante: Prostíbulo contrató muñecas de plástico

El local es secreto, queda en el centro de París y cobra unos $110 (casi 60 mil colones) la hora.

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En un local secreto de París puede practicarse sexo con una muñeca de silicona por unos $110 (casi 60 mil colones) la hora.

Pese a que no se trata de una mujer real, la práctica no escapa de polémica en un país donde los prostíbulos son ilegales.

Un grupo de feministas y concejales comunistas había presentado ante las autoridades locales parisinas una moción para que estudiara la posibilidad de cerrar Xdolls, el local donde se ofrece estos servicios.

Pero las autoridades desestimaron la moción después de que la policía visitara el lugar y declarara que el negocio no incumple ninguna ley ni normativa.

En un comunicado conjunto, los concejales comunistas Nicolas Bonnet Oulaldj y Hervé Bégué se mostraron su desacuerdo con la decisión.

“Este establecimiento, con estas muñecas humanoides hiperrealistas, son la última invención para traer de vuelta los burdeles”, indica el texto.

Para estos dos políticos, Xdolls “es el punto más alto de la deshumanización de las relaciones entre hombres y mujeres” y acusaron al local de minimizar la explotación femenina que ejercen las redes de prostitución y de trata.

Para el dueño del local, las muñecas son simples juguetes eróticos y no cree que su negocio sea denigrante para las mujeres.

Xdolls está situado en un departamento anónimo de la capital francesa. Abrió sus puertas a principios de año y se describía como un “centro de juegos”.

La mayoría de sus clientes son hombres, pero también hay mujeres, asegura al diario Le Parisien Joaquim Lousquy, el responsable del negocio que antes tenías una tienda de cigarrillos electrónicos.

El local abrió a principios de año y cobra $110 por hora a sus clientes.

El local tiene solo tres habitaciones y en cada una puede encontrarse una muñeca de silicona que mide 1,45 metros y cuesta varios miles de euros.

Los usuarios realizan su reserva y pago a través de Internet y la dirección exacta se mantiene en secreto hasta el último momento.

Según Lousquy, el secretismo es tal que ni siquiera los vecinos saben a qué se dedican en el local.

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