Nuestra realidad nacional nos pone frente a temas que no se pueden evadir pues tienen que ver con violencia intrafamiliar.
Creo que urge hacer una reflexión que nos lleve a darnos cuenta que no podemos cerrar los ojos ante un flagelo que perjudica a nuestras familias.
Es muy importante asumir que el amor no implica vivir presos del miedo porque estar en una relación que implica:
– Celos que ahogan y limitan tu libertad.
– Expresiones verbales ofensivas que te hacen ser una persona callada, sin voz.
– Estar en una relación que te hace sentir presa del miedo no es una condición que nos dignifique.
– No cabe en el amor el maltrato físico, verbal, sexual, económico o cualquier otra expresión de violencia.
– No podemos vivir en medio de ciclos en los que hoy recibimos maltrato y mañana nos compensan con promesas de cambio o detalles para compensar las escenas dolorosas.
Si identifica un proceso en el que se siente violentada de forma constante y frecuente, hay que reconocer que se tiene un problema que no se explica diciendo: “Es que tiene mal carácter”, “se parece al papá”, “es que él es así”.
Cuando normalizamos la violencia esperando que un día pase algo mágico simplemente la perpetuamos, la normalizamos y se incrementan los factores de riesgo.
Ante la violencia intrafamiliar, el silencio, callarse, aguantar o vivir bajo la esperanza de que algún día las cosas van a cambiar no es una opción en este proceso porque:
– Se violenta la dignidad.
·– Se pierden vidas.
– Se afecta nuestro desarrollo psicológico.
– Los niños aprenden estos modelos violentos que luego podrían a replicar y esto no se puede permitir.
Muchas víctimas de violencia intrafamiliar por miedo, amenazas o vergüenza callan por años, mientras la violencia va en aumento, por lo que se consolidan modelos de relación absolutamente inadecuados que solo causan dolor.
El reto que tenemos por delante es hablar y buscar apoyo. En una primera etapa debemos buscar soporte familiar o con amigos. En una segunda etapa, buscar apoyo legal y psicológico a través de los diferentes mecanismos que ofrece el Estado.
No podemos vivir indiferentes ante esta situación porque todos somos responsables de la construcción de una cultura de paz en nuestros hogares.