“Me separé después de 24 años de relación, mi esposo siempre me dijo que no me quería, que para él casarse fue un error, que fue por el embarazo. Ha sido una mala relación, distante, fría, sin detalles y sin comunicación, además de múltiples infidelidades. Tengo dos hijas, de 22 y 20 años, él se lleva muy bien con ellas y les habla mal de mí. Cuando estamos frente a ellas, él dice que está tratando de reconquistarme para que no se sientan mal, pero apenas tiene la oportunidad, me dice que ni lo piense, que no me ilusione. Yo ya no quiero nada, pero no me quiero divorciar y ser la que lo decida, para que después no le diga a ellas que fui yo la culpable”.
1. La decisión de divorciarse no es completamente suya, pero le pregunto: ¿Qué sentido tiene desgastarse en un proceso tal como usted lo describe? Si le han dicho que no la aman y que esto fue un error, tenemos que reconocer la realidad y nuestras cuotas de participación en estos procesos para empezar a avanzar en una decisión.
2. Los hijos no deben involucrarse en los problemas de los papás, pero veamos la realidad, usted tiene dos hijas adultas, si es el caso, hay que explicarles el porqué se están divorciando, quizás sin entrar en detalles. No son bebés y creo que si usted no se siente bien, esto que él hace de hablar de amor, regresar y echarle la culpa frente a ellas, usted lo puede parar, no puede seguir sobre esta lógica, pues es cercana a un círculo de violencia psicológica.
3. Con mucha frecuencia, frente a un proceso de separación o divorcio, las personas entran en este juego de “yo no lo voy a proponer” o “yo no lo voy a firmar”. Hay que reconocer si la relación sirve o no, para así evitar seguir en una lógica disfuncional más severa.
4. Ustedes son adultos, creo que es momento de que analicen las cosas, busquen ayuda profesional a nivel psicológico y asesoría legal, definan un camino y tomen decisiones.