Hay momentos de la vida que nos ponen frente a situaciones de crisis, ya sea afectiva, laboral, económica, social, etc.
De un momento a otro, las cosas cambian y nuestra expresión es: “No lo puedo creer”, “¿por qué a mí?", y entramos en un conflicto emocional que nos hace desencantarnos de la vida, experimentar dolores agudos y frustraciones profundas.
La vida es así y no todo va a salir bien, pero no por eso tenemos que pensar que la vida está en nuestra contra o que no vamos a lograr ser felices. Pensamos que de ahora en adelante ya no hay una motivación fuerte para conectarnos y amar la vida y nuestra historia.
Si se da la oportunidad de pensar en esto con calma, es posible que se dé cuenta que lo que sucede sea el resultado de sus buenas o malas decisiones, de lo que ha hecho o ha dejado de hacer.
Quedarse en el “no lo puedo creer” o en el “¿por qué a mí?”, lo que va a provocar es un círculo de percepciones negativas, dramáticas, tristes y dolorosas, que no le van ayudar a encontrar soluciones, así que nada de tristeza.
Para resolver una situación una situación así debe:
– Dejar de culpar a los demás.
– Sentirse responsable de lo sucedido.
– Buscar orientación para buscar una solución.
– Medir el alcance de las consecuencias negativas de lo que está pasando.
– Hacer un plan y ajustarse a la restructuración.
– Evaluar nuevas posibilidades.
– Confiar en su capacidad de aprendizaje y modificar todos los hábitos y conductas que lo pusieron en esa posición.
Quedarse en la negación o en el conflicto emocional simplemente complica las cosas.
Sé que no es fácil, pero no puede andar por la vida diciendo: “No lo puedo creer”. Cuántos somos corresponsables de cada situación que nos pasa en la vida. Ante un cambio que nos entristece saque a relucir la valentía, la prudencia y la sabiduría, que nacen cuando abrimos nuestra cabeza y nos dejamos dirigir para poder resolver y salir adelante.