En 1968, el obrero irlandés Mick Meaney llevó al límite una prueba de resistencia que lo convertiría en noticia internacional.
Su objetivo era simple: permanecer enterrado vivo durante más tiempo que cualquier persona y obtener fama y dinero por ello.
Hoy, su historia vuelve a ser comentada gracias al documental “Beo Faoin bhFód”, que se estrenará el 26 de noviembre en el canal irlandés TG4, donde se reconstruyen los detalles del desafío y sus consecuencias.
Un reto insólito bajo tierra
Decidido a superar el registro del estadounidense Bill White, conocido como “el cadáver ambulante”, Meaney aceptó ser encerrado en un pequeño ataúd de 1,90 metros por 0,75 metros.
El cajón fue acondicionado con espuma, un tubo de ventilación y un conducto por donde bajaban los alimentos. Tras esto, fue enterrado en un terreno de Kilburn, en Londres, mientras curiosos y cámaras de televisión observaban la singular hazaña.
Su rutina diaria incluía ejercicios, lecturas y conversaciones telefónicas, ya que contaba con una línea que lo mantenía en contacto con el exterior.
Incluso celebridades como el boxeador Henry Cooper llamaron para saludarlo, aunque cada comunicación era cobrada.
Un pequeño alçapón servía de baño, convirtiendo ese espacio mínimo en su hogar por más de dos meses.
Cuando la atención mediática se desvió
Al inicio, la cobertura internacional fue intensa. Medios de distintos países seguían el avance del experimento y el estado de salud del irlandés. Sin embargo, asuntos globales como la Guerra de Vietnam o el asesinato de Martin Luther King hicieron que el interés disminuyera.
Aun así, Meaney completó los 61 días y fue desenterrado el 22 de abril de 1968, recibiendo aplausos al salir del cajón y declarando que podía continuar cien días más si era necesario.
Sin recompensa y sin récord
Aunque esperaba obtener riqueza, la prometida fortuna jamás llegó. Patrocinios como un acuerdo con la empresa Gillette nunca se concretaron, y surgieron versiones de que Michael “Butty” Sugrue, organizador del evento, se habría quedado con gran parte de las ganancias. Meaney volvió a casa con notoriedad, pero sin dinero.
A esta decepción se sumó que su marca no fue reconocida oficialmente. Ese mismo año, otra competidora, Emma Smith, una exreligiosa que participó en desafíos similares, permaneció enterrada 101 días en Skegness, acaparando titulares y desplazando el logro de Meaney.
Una vida que buscó lo extraordinario
Tras la aventura, el irlandés decidió alejarse por completo de la exposición mediática. Se trasladó a Cork, donde trabajó en puestos administrativos hasta su muerte en 2003. Su hija, Mary Meaney, lo recordó con estas palabras: “Él podría haber vivido una vida común, pero ansiaba por algo extraordinario. Quebrar el récord mundial lo hizo sentir: ‘Yo soy alguien’”.
Hasta el momento, no existe información confirmada sobre la disponibilidad del documental irlandés en plataformas de streaming o canales de televisión de América Latina.
*Esta nota fue hecha con ayuda de Inteligencia Artificial.


