Internacionales

Crisis en Nicaragua ya golpea a su tradicional mercado callejero

Los trameros abren pero no venden nada de nada

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Cuando se hizo cargo de la zapatería de su familia en el mayor mercado de Nicaragua, José Miguel Gutiérrez creyó encaminar su vida, pero con su país hundido en una violenta crisis la esperanza se desvanece.

Situado en el corazón de Managua, el caótico Mercado Oriental, en donde se puede comprar cualquier cosa, desde botones hasta carne de lagarto, genera decena de miles de empleos, cientos de millones de dólares y mide el pulso de la economía de Nicaragua que, para los vendedores, hoy se mueve a velocidad de caracol.

En su desolado negocio, Gutiérrez, de 32 años, dice que Nicaragua marcha “cada día peor”. Gutiérrez se cuenta entre quienes reclaman que el presidente Daniel Ortega deje el poder, un objetivo que generó masivas y violentas manifestaciones que desde el 18 de abril han dejado más de 130 muertos.

En medio de la crisis, muchos vendedores optaron por no importar mercaderías y solo venden lo que tienen en sus inventarios como forma de protestar contra el gobierno.

Pero ese gesto de corte político no es solo una opción. Incluso quienes, como Gutiérrez, quieren reponer sus stocks no lo consiguen debido a los bloqueos de las carreteras que impiden el traslado de mercaderías, lo cual paraliza al comercio.

Unos 4.000 camiones cargados de productos están varados en las fronteras, según medios locales, lo cual es fatal no solo para Nicaragua sino también para sus socios comerciales regionales como Honduras y Costa Rica.

Gutiérrez está desesperado. Las estanterías que en otros momentos exhibían calzados Nike hoy solo amontonan polvo. Su tienda tiene un inventario mínimo y teme que la crisis lo obligue a cerrarla.

No hay plata

La vendedora de sandalias Verónica Samora tiene el mismo problema.

Una joven pareja se detiene ante su negocio y le echa el ojo a un par de mocasines de goma de color rosado. Pero el entusiasmo se desvanece cuando Samora les dice el precio, que equivale a unos 5 dólares. Samora ofrece descuentos pero la pareja sonríe y se marcha.

“La gente no tiene dinero”, se lamenta. “No puede pagar lo que valen las cosas”, afirma. Samora dice que sus ventas cayeron 50% como mínimo desde que comenzó la crisis. “Cada día que pasa, va bajando y bajando el porcentaje de ventas”, afirma. “Llegará un día, como vamos con esta guerra, que ni vamos a vender”, añadió.

Según el Banco Mundial, Nicaragua era una de las economías centroamericanas que crecía más rápido y por encima del promedio de las otras naciones de América Central y el Caribe.

Ese buen panorama se desdibujó a medida que se agudizaba la crisis de Venezuela, cuyo gobierno izquierdista le vendía petróleo a bajo precio.

Pero en abril, la decisión de Ortega de reformar el sistema de jubilaciones mediante mayores contribuciones de los trabajadores y menores jubilaciones, desató protestas tan masivas como violentas que ahora asfixian a la economía, aunque el proyecto de ley fue retirado.

Según el economista Nestor Avendaño, la crisis amenaza con reducir en 1% el crecimiento anual del PIB -una pérdida de 800 millones de dólares- en un país que es uno de los más pobres de América Latina.

Y en el Mercado Oriental, los vendedores ya sienten el daño económico. “La situación aquí en el mercado está bien crítica ahorita”, dijo en su tienda de ropa Fausto Aguilar Espinosa.

“No se está vendiendo por el momento, debido a esta situación que estamos viviendo”, dice en voz alta Aguilar, de 53 años, para hacerse oír entre los cientos de vendedores que gritan sus ofertas para seducir clientes.

Nadie vende

“No hay compradores, no vendemos”, dice Aguilar. “Más que todo solo venimos a cuidar los tramos (tiendas), pues, para que no vaya a haber un saqueo o vayan a incendiar el Mercado Oriental”.

Algunos vendedores cerraron sus locales pero Gutiérrez se empeña en continuar. “Siempre seguiremos aquí”. dice.

“Creo en Dios, que el futuro va a mejorar y que ya todo eso se terminará y la economía vuelva a su normalidad”, reflexiona. “De aquí le doy de comer a mi madre y a mi hijo. Vivimos aquí”, precisó.

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