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El drama del COVID-19: En Bolivia tardan días en sepultar muertos y guatemaltecos armados patrullan calles

La pandemia ha matado a medio millón de personas y provoca duras escenas en todo el mundo

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En Bolivia y en Guatemala se viven situaciones que demuestran cómo la pandemia del COVID-19 ha golpeado al mundo. Un virus que ya ha matado a casi 550 mil personas y que ha causado un colapso económico en todos los países y sus ciudadanos.

En el pueblo boliviano de Cochabamba se tuvieron que lanzar a las calles a protestar ya que los cuerpos de los muertos por el nuevo coronavirus deben esperar días para tener un funeral, ya que los cementerios están colapsados.

Mientras que civiles guatemaltecos, del pueblo de San Vicente Pacaya, decidieron salir a patrullar, con pistolas y escopetas para combatir la violencia que se vive en ese país y, especialmente, para ayudar a frenar el avance del COVID-19.

Sin un entierro digno

Un féretro montado en una vieja carretilla, que se exhibe en la calle, simboliza la impotencia de los habitantes de Cochabamba, en el centro de Bolivia, quienes no habían podido sepultar el cadáver de Rolando P. Z., un vecino de 62 años, muerto por coronavirus hace siete días.

Su hija mayor, Jenny, de 15 años de edad, llora la muerte de su padre. Lo perdió tras horas de haber “pedido ayuda a las ambulancias porque le faltaba oxígeno y no les daba la gana de venir”.

Las empresas funerarias se quejaron esta semana de que no podían realizar entierros en el cementerio central por falta de espacio y de que tenían que esperar hasta tres días para incinerar los cadáveres debido a la saturación del único crematorio de la ciudad. De ahí que haya tantos cuerpos que pasen días sin un funeral.

Con una mascarilla protectora, Jenny teme que su familia corra la misma suerte. Además de Jenny, en la casa viven otras cinco personas, entre ellas, su madre, su abuela y su hermana.

“Los pulmones nos duelen, nos duele la cabeza, nos duele el cuerpo y las autoridades sanitarias no se qué están haciendo”, protesta.

Otro de los habitantes de la casa del fallecido, Bonifacio Ríos, dice que en el barrio hay ya cinco muertos por el COVID-19, quienes siguen esperando un funeral digno.

Luego de unas horas de protestas de los vecinos, las autoridades sanitarias recogieron el cadáver de Rolando y se lo llevaron con destino desconocido. “No sabemos si lo van a enterrar o lo van a cremar, hay mucha impotencia”, sostiene Bonifacio. Una realidad que se vive en muchas localidades bolivianas.

La situación de los familiares y vecinos de la casa es todavía incierta por el hermetismo de los funcionarios de salud.

En Bolivia hay casi 42 mil personas contagiadas y poco más de 1.500 fallecidos.

Armados contra el virus

Armados con escopetas y pistolas, pobladores de San Vicente Pacaya, en el sur de Guatemala, se organizaron para patrullar las calles con el fin de combatir la violencia y, sobre todo, para evitar contagios del nuevo coronavirus que ha causado la muerte de más de mil personas en el país.

Montados en motocicletas o vehículos, todos los días grupos de vecinos en este poblado hacen recorridos para exigir a la población el uso de mascarillas y que respeten el toque de queda nocturno.

En uno de los ingresos del municipio, los pobladores construyeron dos puestos de seguridad con vidrios blindados por la violencia que los golpeaba y que ahora sirve también como área para desinfectar automotores, tomar la temperatura y proporcionar alcohol en gel a los vecinos.

Los “patrulleros”, como se hacen llamar las personas que brinda seguridad, están organizados en la Sociedad Civil Pacaya y, según dijo el presidente del grupo, Carlos Ronquillo, cuentan con el apoyo de la policía.

Ronquillo detalla que cuando alguien está violando las restricciones establecidas por el presidente Alejandro Giammattei y se vuelve violento, llaman a los uniformados.

Debido a la pandemia, asegura que la economía ha empeorado por la ausencia de turistas en esta pequeña ciudad, en su mayoría dedicadas a trabajar en maquilas y la agricultura, en especial al cultivo de café y aguacate.

Asegura que gracias a las medidas sanitarias implementadas, solamente seis personas han dado positivo en el lugar y dos ya se han recuperado.

Datos oficiales indican que en el país casi 25 mil personas han dado positivo al COVID-19 y de ellas más de mil han fallecido.

Grupos de este tipo, más allá de proteger, pueden llegar a tomar el control de la zona. Según Eddie Cux, de la organización anticorrupción Acción Ciudadana, surgen en Guatemala ante la ausencia del Estado, que no protege eficazmente a las comunidades de la amenaza de la delincuencia.

“Estos grupos demuestran que el Estado ha sido incapaz de garantizar las medidas que ha impuesto. En el caso de la propagación del coronavirus, (las autoridades) tampoco saben cómo llevar el control epidemiológico entonces la población reacciona con su propia protección”, explicó Cux.

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