Acusado de haber encubierto abusos sexuales a menores cometidos por el influyente sacerdote Fernando Karadima, el obispo Juan Barros se convirtió en el principal detonante de una de las mayores crisis de la iglesia chilena.
El religioso, uno de los tres obispos a los que el papa Francisco aceptó este lunes su renuncia (presentada en mayo pasado junto a la de todos los miembros del episcopado local), se convirtió en la primera medida de corrección del pontífice en una iglesia golpeada por el encubrimiento de estos abusos.
Su presencia en todos los actos públicos y el que el propio papa Francisco lo defendiera, enlodó la visita que realizó en enero el pontífice a Chile y terminó por desatar una completa renovación del clero de ese país, acusado de perpetuar por décadas una “cultura de abusos”.
Barros, de 61 años, es acusado de haber callado los repetidos abusos de Karadima, un influyente sacerdote que fue su guía espiritual por cuatro décadas y que en 2011 fue condenado por el Vaticano a “retirarse a una vida de oración y penitencia” por cometer abusos sexuales contra menores en las décadas de 1980 y 1990.
Pese a las denuncias en su contra, Francisco lo nombró en 2015 como obispo de la ciudad de Osorno, donde asumió en medio de una dura polémica entre feligreses.
Grupos laicos realizaron entonces masivas protestas e irrumpieron en varias ceremonias religiosas que Barros oficiaba, demandando su renuncia.
Barros es “un hombre al que hemos acusado de haber sabido y presenciado abusos, fomentando las dinámicas perversas del poder”, dijeron esa vez en una carta pública Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, los principales denunciantes de Karadima.
Por años el papa se negó a creer las acusaciones. En un video grabado por feligreses en el Vaticano semanas después de su designación dijo que no había pruebas que evidenciaran las acusaciones.
“El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia, ¿está claro?”, aseguró el pontífice.
“Como si uno hubiese podido sacarse una selfi o foto mientras Karadima me abusaba a mí u otros con Juan Barros parado al lado viéndolo todo”, respondió el denunciante Juan Carlos Cruz.
El papa Francisco cambió su postura y admitió “graves errores” tras leer un informe de 2.300 páginas sobre los abusos, realizado por el obispo de Malta Charles Scicluna, enviado por el pontífice a ese país en febrero pasado para investigar el encubrimiento.
Francisco también recibió a víctimas de Karadima en Roma y les pidió perdón en abril pasado.
El obispo Barros ha admitido reiteradamente su gratitud con Karadima por haber sido su guía espiritual por varias décadas, pero solo eso.
“Yo nunca he sido testigo de eso (abusos de Karadima) y les pido por favor que me dejen tranquilo”, dijo al ser abordado por la prensa al llegar a la ciudad de Temuco para participar de los actos de la reciente visita papal.
Barros, siendo aún adolescente, conoció a Karadima cuando este era sacerdote de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en el exclusivo barrio de El Golf, en Las Condes. Se ordenó en 1983, manteniendo una estrecha relación con Karadima y participando de su “círculo de hierro”.
Pide perdón
Barros pidió perdón por sus “limitaciones” luego que este lunes el papa Francisco aceptara su renuncia.
“Les pido con humildad que me disculpen por mis limitaciones y lo que no pude lograr”, indicó el ahora exobispo de la ciudad de Osorno, en un comunicado difundido en la página electrónica de la Conferencia Episcopal de Chile.
El prelado fue acusado por víctimas de pederastia de haber encubierto los abusos sexuales que sufrieron en los años 1980 y 1990 de parte del influyente sacerdote Fernando Karadima -un formador de obispos de quien Barros era discípulo-, suspendido de por vida de sus funciones por el Vaticano en el 2011.
“Renuevo mi confianza en el amparo y guía de nuestra Santísima Madre la Virgen María, pidiéndole especialmente que algún día llegue a resplandecer toda la verdad”, añadió.
El religioso dijo en el comunicado haber renunciado a su cargo en anteriores ocasiones, las cuales fueron rechazadas por Francisco. Pero en mayo todos los obispos chilenos, incluido Barros, presentaron su dimisión ante el pontífice.
“Nuestras vidas están en las manos de Dios, que conoce nuestras conciencias y las acciones de cada uno en este complejo tiempo que nos tocó vivir”, manifestó Barros.