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Ella es sor Geneviève, la monja amiga del papa Francisco que rompió el protocolo

Una tragedia familiar marcó el punto de partida de la amistad del papa Francisco y la monja

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Su imagen ha dado la vuelta al mundo. Sor Geneviève rompió el miércoles el protocolo para recogerse ante el ataúd del papa Francisco, con quien mantenía una relación nacida de una tragedia: el asesinato de su tía durante la dictadura argentina.

Esta monja de las Hermanitas de Jesús, nacida en Francia en 1943, pasó varios minutos ante el féretro del jesuita argentino tras el traslado de sus restos mortales a la basílica de San Pedro, robándole el protagonismo a los cardenales.

Sor Geneviève Jeanningros, la monja amiga del papa Francisco que rompió el protocolo
La imagen de sor Geneviève junto al papa Francisco le dio la vuelta al mundo (Vatican /Vatican Media)

Contactada por AFP, la religiosa rechazó conceder entrevistas a medios, pero remitió a un video suyo en un canal Youtube creado ese mismo día con el nombre de su congregación. En él repasa su relación de amistad con Francisco, a quien conoció en 2005 cuando todavía era el arzobispo de Buenos Aires.

Entonces, acababa de regresar del entierro de su tía, la también monja Léonie Duquet en la capital argentina. Esta última fue arrojada al mar en un “vuelo de la muerte” la noche del 14 de diciembre de 1977 junto a la también religiosa francesa Alice Domon y 10 activistas más en plena dictadura argentina.

Pero su cuerpo fue devuelto por el mar a tierra firme en ese mismo año e inhumado en una fosa común. Ya entrado el siglo XXI, pudo ser identificado y, en 2005, enterrado gracias al visto bueno del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio en el jardín de la iglesia de Santa Cruz en Buenos Aires, donde había sido detenida.

“Lloré prácticamente del principio al final de la misa. No llegaba a aceptar que una parte de la Iglesia estuviera con la dictadura”, recuerda en el video Geneviève Jeanningros sobre esta experiencia que la conmovió profundamente.

Papa Francisco funeral
La monja fue una de las miles de personas que fueron a despedirse del papa Francisco. (TIZIANA FABI/AFP)

Pero a Geneviève le dolió la ausencia de la jerarquía católica en el funeral de su tía, por lo que decidió escribir al futuro papa en octubre de 2005.

Bergoglio se encontraba en Ciudad del Vaticano para un sínodo de obispos y la llamó el mismo día. Le aseguró que conocía la situación, por lo que permitió el entierro de Duquet y dos madres de la Plaza de Mayo en el recinto de la iglesia. Pero Geneviève no quedó convencida.

Ocho años después, la monja estaba en la plaza de San Pedro cuando el flamante papa Francisco salió al balcón de la basílica homónima. “Me eché las manos a la cabeza y pensé: Dios mío, ¿qué va a pasar? Tenía miedo, la verdad sea dicha”, explica en el video.

Pero su mensaje a favor de una Iglesia para los pobres la tranquilizó y, semanas después, acudió a una misa a la residencia vaticana de Santa Marta, a invitación del pontífice. Su relación de amistad empezó a fructificar.

Francisco visitó incluso la caravana en la que la monja vive en el seno de una comunidad de feriantes, en el parque de atracciones Luna Park, en el litoral romano.

La pandemia de coronavirus los acercó mucho más.

Geneviève contactó con él para pedirle ayuda para los feriantes de Luna Park, que se quedaron sin ingresos, e incluso ejerció de mensajera con un grupo de prostitutas trans latinoamericanas del litoral romano a las que Francisco también ayudó materialmente.

“En abril de 2020, las mujeres me pidieron si podían darle las gracias al papa en persona. (...) Entonces llamé a Geneviève, que es amiga del papa, para preguntarle cómo hacerlo”, explicó a AFP en marzo don Andrea Conocchia, el párraco de una pequeña iglesia de Torvaianica, en la costa romana.

Francisco le respondió favorablemente y, cuando retomó las audiencias públicas, las recibió y siguió recibiendo cada semana a personas del colectivo LGTB, acompañadas por Geneviève.

“Siempre le escribía un pequeño mensaje para decirle a quien llevaba. Era justo que lo supiera”, según la religiosa.

La última vez que lo vio con vida fue cuando recorrió la plaza de San Pedro a bordo del papamóvil la víspera de su muerte.

La mujer pensó que ya estaba bien recuperado de la crisis respiratoria que lo confinó en un hospital durante 38 días y pensaba ya en pedir entradas para su próxima audiencia pública.

Su último servicio quedará inmortalizado por las cámaras: rezar por él ante su féretro en la capilla ardiente.

AFP

AFP

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