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En los Andes se vive la “guerra” entre el hombre y el cóndor

Pastores de ovejas envenenan las aves porque se comen el ganado

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Dasan e Illika se intoxicaron en su propia casa. Ya recuperados, los cóndores picotean ansiosos las jaulas antes de ser liberados y volver a los páramos de Colombia, convertidos por el hombre en un territorio hostil para el Rey de los Andes.

Dasan, un macho de unos cinco años, fue el primero en alertar a los campesinos.

En noviembre lo encontraron alicaído y excepcionalmente dócil en el páramo del Almorzadero, en el municipio Cerrito (noreste). Luego fue Illika, una hembra adulta, que apareció poco después con los mismos síntomas a 200 metros.

Su estado despertó sospechas de envenenamiento. Según la fundación Neotropical, sería la quinta vez que los pobladores de la zona usan carroña contaminada para deshacerse de lo que algunos consideran una amenaza para sus ovejas, cabras y ganado.

Los páramos son ecosistemas de alta montaña en zonas ecuatoriales, de vegetación robusta y de poca altura, aptos para retener agua y resistir variaciones de temperatura. Su vocación no es el engorde de animales, pero la disminución de la fauna silvestre y la actividad humana alteraron los hábitos del cóndor.

"El páramo es nuestra fuente de agua en los países andinos. Sin el páramo estaríamos secos y muertos, literalmente. El ganado vacuno o bovino sí tiene un impacto negativo en el páramo, pero si lo retiramos todo de golpe el cóndor se queda sin comida", señala Sebastián Kohn, director ejecutivo de la fundación Cóndor Andino de Ecuador.

Peligro de extinción

Considerada una de las aves más grandes del mundo y emblema de Colombia, el cóndor de los Andes está en peligro crítico de extinción en el país y casi amenazada a escala global según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

No existe un censo oficial, pero expertos calculan una población de 150 aves en el territorio colombiano. Aunque en una época se pensaba que eran exclusivamente carroñeros, hoy existen evidencias de ataques a animales vivos. La población de Cerrito lo confirma.

"Normalmente los cóndores llegan y si ven el animalito que se mueve, ellos le dan con las alas. Unos tres aletazos y con eso tienen. Después de que ven que ya no se está moviendo, empiezan a comérselo", señala Eduin Conde, un criador de ovejas de 38 años y líder local.

Con 8.200 habitantes, Cerrito está a 400 kilómetros de Bogotá. El 80% de su territorio es páramo y allí nacen, entre otros, el río Arauca que surte de agua a Venezuela.

"Al menos 30 cóndores" sobrevuelan la zona, cuenta Fausto Sáenz, director científico de la fundación Neotropical, que en alianza con el parque Jaime Duque, The Peregrine Fund y la Fundación Cóndor Andino de Ecuador acompañaron el rescate, convalecencia y liberación de los animales.

Constante envenenamiento

Dasan e Illika fueron auxiliados primero por investigadores, bomberos y policía.

Luego, un helicóptero de la fuerza aérea los trasladó hasta la clínica veterinaria del parque Jaime Duque, a 35 kilómetros de Bogotá.

"No respondían ante estímulos", explica Sáenz, y el hecho de que fueran dos individuos "era un indicativo de que estaban alimentándose o que fueron alimentados por la misma fuente de intoxicación".

El alcalde de Cerrito, Carlos Romero, aseguró a la AFP que existe una investigación en curso para determinar si hubo delito.

Tras dos meses de aislamiento bajo un mínimo contacto humano y el monitoreo constante de los niveles tóxicos, los cóndores recuperaron poco a poco su vigor.

Al mismo tiempo, en redes sociales, se lanzó un concurso para escogerles un nombre.

"Dasan significa 'líder de las aves'. Illika significa 'con suerte' en dialecto (indígena) uwa", indicó Sáenz.

Según expertos consultados, el envenenamiento es la principal amenaza en el país para esta especie, que se distribuye desde Venezuela hasta el sur de Argentina y Chile, con cerca de 6.700 aves que superan los tres metros de ala a la y que pesan entre 9 y 15 kilos.

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