Si bien es una de las basílicas mayores, o sea, una de las cuatro iglesias más importantes de Roma y de los católicos, Santa María la Mayor no era un sitio que reuniera a masas, era un templo al que que se ingresaba rápido y se podía disfrutar tranquilamente.
Pero eso ya cambió, actualmente es un lugar que recibe a diario a miles de personas, sí, a miles, no es exagerar. Hay que hacer unas enormes filas para ingresar y, ya dentro, pareciera que no cabe ni un alfiler y eso que la iglesia es enorme.
¿La razón? Fue el lugar que el papa Francisco eligió para ser sepultado y eso convirtió de inmediato a la basílica en un lugar de peregrinación y de esos que sí o sí hay que visitar en Roma.
Por eso La Teja, aprovechando la cobertura del cónclave que eligió a León XIV, tenía que visitar el lugar.
Fui primero por la mañana y había tanta fila que preferí esperar a la tarde a ver si había bajado un poquito. ¡Qué ingenuo! Regresé y había igual o más gente. La fila era de más de cien metros, pero debo confesar que hice trampa, pues enseñé el carnet de acreditación del cónclave, por lo que tuve que hacer solo el último pedacito de la fila, ya en la explanada del templo, frente a la Puerta Santa (que abrió por el Jubileo y que también lleva a la tumba del argentino). Aún así, fueron como 25 minutos de fila, por lo que calculo que habiéndola hecho toda, habría durado por ahí de una hora o más.
Debo confesar que era una de las visitas que más quería hacer, pues deseaba darle mi adiós al papa Francisco, pero la experiencia no fue la mejor, y así lo seguirá siendo mucho tiempo, por la cantidad tan exagerada de gente.
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Primero, porque son tantas personas que no se puede apreciar como se debe un templo tan bonito como Santa María la Mayor y, segundo, porque en esas condiciones, tener un momento de reflexión es imposible.
Tras la larga espera lo más que uno puede estar al frente de la tumba es un minuto o a lo mucho dos, lo cual es entendible porque sino la cosa no avanza, pero los policías y guardas literalmente lo empujan y le gritan a uno para que agilice, lo que mata la emoción.
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Por dicha me la jugué y tras salir del “camino” que pasa frente a la tumba, me encontré un rinconcito, un poquito más alejado, pero desde donde se veía, para poder detenerme un momentico. Tocará volver para una mejor visita, pues estoy seguro que siempre llegará mucha gente, pero obviamente no tanto como ahora.
Del lugar de la sepultura es poco lo que se puede decir, pues es supersencillo, solamente la lápida de mármol y arriba una cruz iluminada. No hay ostentación, nada que desentone con su vida cercana, y sin adornos innecesarios.
Eso sí, está rodeada de muchísimas flores que le lleva la gente y eso que en un momento vimos a una monja recogiendo unas para que no se amontonaran.
Estar ahí fue la última decisión del papa Francisco, la más íntima. Lo hizo porque era un lugar especial para él, era el lugar que visitaba antes y después de sus viajes apostólicos. Allí le rezaba a la Virgen “Salus Populi Romani”, obviamente no sabemos lo que le decía, pero sí sabemos que le llevaba flores siempre que iba.
Hasta con su muerte, Francisco no abandonó su labor, logró que la gente pusiera su vista en una iglesia que él quería mucho, pero que para la mayoría era una más. Ya sus flores no llegarán más, pero la gente no dejará de llevarlas.
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Historia
La basílica de Santa María la Mayor es uno de esos lugares que sorprenden incluso al que no es muy religioso. Es la iglesia más importante dedicada a la Virgen María en Roma y una de las cuatro basílicas papales de la ciudad.
Fue construida en el siglo V, poco después de que la Iglesia proclamara oficialmente que María era la Madre de Dios. Desde entonces, ha sido un lugar de devoción, arte y poder. En su interior se mezclan mosaicos bizantinos, techos dorados y hasta un pesebre de mármol que se dice contiene madera del portal de Belén, donde nació Jesús.
Está muy cerquita de Termini, la estación de trenes más importante de la ciudad, así que ir es superfácil llegar. Si va a Roma, cuidado no va a esa Iglesia, ya se convirtió en uno de los puntos que hay que marcar en el mapa.