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Impotencia sexual, problemas del corazón y el hígado: Estos son los males de los adictos a la cocaína

En silencio, en medio de señalamientos y dolores, viven los enfermos por el consumo de cocaína en Colombia, el principal productor global de esa droga.

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El legado oscuro de los narcos colombianos está en todo el mundo. Pero en silencio, en medio de señalamientos y dolores, viven los enfermos por el consumo de cocaína en Colombia, el principal productor global de esa droga.

La lista de daños incluye pérdida del tabique nasal (cartílago que sostiene la nariz), depresión, problemas del corazón, del hígado, neurológicos, impotencia sexual.

Aunque la Organización de Estados Americanos (OEA) califica como “intermedio” el consumo en la nación responsable de la producción del 70% del polvo blanco, especialistas temen un alza cuando se levante el confinamiento por la pandemia.

En Colombia, los datos de muertos y adictos son inciertos, pero en el mundo hay 35 millones de personas con "trastornos" y necesitadas de tratamiento. Al año fallece medio millón, según Naciones Unidas.

A continuación testimonios de padecimientos como consecuencia del consumo de esa droga. Algunas personas pidieron no revelar sus nombres reales.

Tabique huequeado

La sangre no impedía que Nicolás Merizalde dejara de inhalar cocaína.

“Con lo que fuera me limpiaba la sangre, dejaba que secara un poquito, volvía (a aspirar) y volvía y botaba sangre”, cuenta el hombre de 47 años.

Merizalde gira la cabeza y no hay rastro de cirugía. Pero su tabique ahora es de platino.

La afectación de tabique y de cornetes fue el resultado de un consumo loco que comenzó a los 14 años.

“La cantidad de elementos, de ácidos, que tiene la cocaína tienen el poder de ir comiéndose el hueso, literalmente”, señala Efrén Martínez, director científico del centro de rehabilitación Fundación Colectivo Aquí y Ahora.

“Lo más grave es la cantidad de microinfartos cerebrales que puede tener” porque, con la perforación, la sustancia va directo al cerebro.

A diferencia de sus amigos, Merizalde inhalaba de “forma más obsesiva”. “Ellos se metían un pase, yo me metía dos”.

Su vida se vino a pique. Robó, golpeó a una novia, traficó droga a Perú y se dejó manosear por hombres a cambio de una dosis.

Rendido ante su "enfermedad", que le dejó problemas de memoria, se encerró en un motel en busca de una sobredosis. Falló y terminó internado. Desde 1995 está limpio y hace una década dirige un centro de rehabilitación.

Nada de nada

Alberto, consumidor desde la adolescencia, dice que la impotencia sexual fue una de las causas de su separación.

“Fue reincómodo, lo peor que le puede pasar a uno... eso fue parte también de los detonantes para separarnos, porque ella empieza a ver que mi cuerpo, que mi vida, todo ya (estaba) en función de la droga”, cuenta en un pasillo del Hospital Infantil Universitario de San José, en Bogotá.

Recuerda sus problemas de erección, que comenzaron hace más de dos décadas. Calcula que tenía 22 años y ocho de consumir a diario. Intentó tener sexo, pero no pudo. No obstante, siguió aspirando.

Se casó luego y tuvo dos hijos, hoy adolescentes. Durante el matrimonio siguió consumiendo. Su esposa lo toleró hasta que empezó a derrochar la plata familiar. Y su vida sexual se esfumó.

“Cuando estás en el consumo anulas muchas veces el placer sexual”, asegura.

La cocaína forma coágulos de grasa en los vasos sanguíneos que impiden una irrigación normal hacia el pene, que para tener una erección necesita de sangre, explica el toxicólogo Miguel Tolosa.

Alberto “tiene alto riesgo de que (antes de que cumpla) 50 años quede impotente porque ya el vaso se dañó”, afirma Tolosa, quien lo atendió en el hospital.

Tras su separación, Alberto mantuvo su relación con la droga. Su problema sexual parece menor frente a otras afectaciones: infarto cerebral, problemas hepáticos, de corazón y en los riñones.

Alberto no volvió a controles médicos y en el hospital desconocen su paradero.

Piel dañada

Jorge Rodríguez se quita la camiseta y muestra pecho, espalda y brazos. Su piel retrata su “infierno” por una muerte del tejido de la piel por aspirar cocaína mezclada con medicina veterinaria.

Sus extremidades y torso llevan cicatrices del tamaño de una lenteja cada una. Donde ahora hay manchas por años hubo sangre y ardor.

“Esta rasquiña no te deja hacer nada, ni leer, ni digitar bien, ni tener sexo (...) te daña la vida”, cuenta en su casa, en el centro de Bogotá. “Es una enfermedad vergonzosa... estaba manchado todo el tiempo”.

A finales de la primera década del 2000 el cuerpo de Rodríguez, de 50 años, empezó a resecarse. Aparecieron granos que explotaron y se convirtieron en llagas.

"Para ir a una reunión tenía que ponerme calmantes en la piel", explica. "Tuve que dejar mi vida laboral pública (como investigador y consultor) y concentrarme en una vida laboral encerrada".

Consumidor de cocaína desde hace un cuarto de siglo, el padecimiento empezó cuando cambió de “dealer” (vendedor). Fue el primero de seis amigos en presentar síntomas.

Visitaron médicos que les diagnosticaron sarna o ácaros. Los recetaban y se curaban por unos días, hasta que el grupo Corporación Acción Técnica Social examinó la cocaína.

Halló que la droga estaba mezclada con un antiparasitario llamado Levamisol, uno de los químicos con los que los narcos rinden su mercancía para aumentar ganancias.

En 2014 Rodríguez cambió de proveedor y la enfermedad desapareció. También redujo su dosis diaria y ahora inhala una de mayor “pureza”.

Sin embargo, la cocaína de alta pureza conlleva mayores riesgos de dependencia y de sobredosis.

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