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La pandemia asfixia a trabajadoras sexuales trans de República Dominicana

República Dominicana aplica un toque de queda nocturno para tratar de frenar el avance del coronavirus, que ha dejado hasta la fecha 96.629 contagios y 1.801 muertes.

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Desde que la pandemia llegó a República Dominicana a Luna Veras, una transgénero de 47 años que se define como trabajadora sexual, le cuesta cada vez más poner comida en su mesa.

"Yo vivo del trabajo sexual, en este tiempo de la pandemia de covid-19 las trabajadoras sexuales trans estamos pasando por una crisis, porque la economía se ha detenido", cuenta a la AFP desde su casa en una barriada empobrecida de Santo Domingo, la capital de la isla de unos 10 millones de habitantes.

República Dominicana aplica un toque de queda nocturno para tratar de frenar el avance del coronavirus, que ha dejado hasta la fecha 96.629 contagios y 1.801 muertes.

Luna es portadora de VIH y siente "pánico" ante la idea de contagiarse del nuevo coronavirus por las consecuencias que pudiera tener para su vida.

"En sí me da pánico la situación que estamos viviendo con la covid-19", dice Luna, que sin embargo se maquilla para salir a buscar clientes, usando un barbijo que se mancha del labial fucsia que usa para destacar sus gruesos labios.

La clientela se ha reducido más de 80%, lamenta. Antes de la pandemia Luna podía obtener cerca de 10.000 pesos dominicanos al mes, unos 170 dólares. (casi 100 mil colones).

Ahora, apenas contacta con algunos clientes por teléfono. Ha tratado de buscar otras fuentes de ingresos como lavar ropa o limpiar casas.

La prostitución no es ilegal en República Dominicana si se ejerce de manera voluntaria. Sin embargo, el Código Penal sanciona la figura del proxeneta o intermediario, además de la trata de personas, por ser prostitución forzada.

En el día les da vergüenza

La historia de Yohana Espinoza, de 37 años, es similar a la de Luna. Ella también es una prostituta transgénero y portadora del VIH.

Yohana, tan delgada que los huesos de su pecho sobresalen, no tiene posibilidades de conseguir un empleo formal, pues no fue "declarada al nacer", por ello no tiene ni "acta de nacimiento", dice.

No sabe leer, ni escribir, relata, desde una pequeña habitación con techos de zinc y dos ventiladores que la ayudan a sobrellevar las altas temperaturas del Caribe.

Las restricciones nocturnas limitan aún más a las trabajadores sexuales, afirma Henely Flores, de 20 años.

"Un día me cambié de ropa y salí a trabajar travestido, y me di cuenta que los clientes no se querían parar porque era de día y sentían vergüenza", narra.

Su precaria situación la obligó a pedirle refugio a una amiga en un barrio marginal de Santo Domingo. Comparten espacio en una frágil estructura con paredes de madera prensada, semejante a cartón.

Ayudas

Con ingresos mermados muchas trabajadoras sexuales dependen de ayudas.

Durante la pandemia, la ONG TRANSSA (Trans siempre amigas), fundada hace 14 años, ha canalizado la inscripción de unos 600 miembros de la comunidad LGBT al programa estatal "Quédate en casa" que asigna 5.000 pesos dominicanos mensuales para alimentos (unos 85 dólares), comentó a la AFP Chistian Kingsley, al frente de la ONG.

El programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) también ha realizado aportes.

“Es una situación difícil, hay compañeras que apenas sobreviven, no tenemos recursos, pero hemos tratado de mitigar un poco la alimentación y los implementos para la protección de la covid-19, para que esto sea una carga menos pesada”, añade Kingsley.

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