El lago Mead, en Estados Unidos, mide catorce veces más que el cantón central de San José.
Es el mayor embalse del país, con 640 km2, y fue durante años un lugar favorito para nadar o navegar. Pero eso cambió y cada vez se ven menos barcos en él debido a la sequía intensa que lo afecta.
“Es un poco triste lo que ocurre. Pero seguimos viniendo e intentando disfrutarlo mientras podemos”, dijo Adam Dailey, cuyo bote ha navegado las aguas de este embalse entre los estados de Nevada y Arizona durante 15 años.
En este tiempo, Dailey ha visto la orilla del embalse retroceder cientos de metros como consecuencia de más de dos décadas de una intensa sequía en el oeste de Estados Unidos.
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El enorme lago Mead se formó artificialmente tras la construcción de la represa Hoover en los años 1930. Almacena agua para decenas de millones de personas e incontables hectáreas de cultivos en el suroeste de Estados Unidos, pero se está encogiendo a una velocidad aterradora y ahora está solo a una cuarta parte de su capacidad.
Chorro de plata
El Servicio Nacional de Parques (NPS), que administra el embalse, ha gastado más de $40 millones desde 2010 tratando de mantenerlo abierto para la navegación.
“La reducción de los niveles de agua debido al cambio climático y a los 20 años de sequía han transformado las orillas del parque”, explica el Servicio Nacional de Parques en su página web.
El Servicio Nacional de Parques colocó marcas que muestran cuánto ha retrocedido la orilla desde 2001. Caminar desde la marca original hacia la nueva orilla exige algunos minutos. Solo en el último año, el nivel echó para atrás unos 300 metros.
A medida que el lago se seca aparecen botellas, latas, extintores y más residuos. Los muros de piedra que contienen el embalse ilustran claramente cuánto ha bajado el nivel del agua.
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Un cambio para mal
Una franja blanca de sedimentos minerales mancha las laderas de piedra, mostrando el máximo nivel luego de una inundación en 1983.
Los meteorólogos afirman que dos décadas de sequía no es algo raro en el oeste de Estados Unidos, pero combinado con el calentamiento global, la región se está transformando.
En términos climáticos, el lago Mead es un bebé que existe hace menos de un siglo. Pero en un términos humanos, está desapareciendo a un ritmo sorprendente.
Jason Davis, un comerciante de barcos, cree que la forma de entender la dramática transformación de la región es verlo con los propios ojos.
“Si no has venido a ver las marcas del nivel del agua no lo comprendes”, dijo. “No piensas en esto hasta que es demasiado tarde”.