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Malverde, el maleante que se transformó en el santo de los narcos

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El narco hizo de un delincuente un santo y lo venera por todo lo alto.

A 110 años de su muerte en la horca, los devotos de Jesús Juárez Mazo –conocido como Jesús Malverde o simplemente Malverde– siguen visitando su capilla para rendirle culto e incluso hacen procesiones, para lo cual colocan su busto en una camioneta y recorren varias calles de la ciudad de Culiacán, en Sinaloa.

Definido como un “bandido generoso”, al que se le atribuye toda clase de milagros desde sanar enfermos hasta velar por la vida y los negocios de los narcos, su imagen es venerada por hombres y mujeres de todos los estratos sociales, sobre todo cada 3 de mayo, la fecha en la cual fue ejecutado en 1909 para hacerle pagar sus delitos.

Previo al recorrido que se hace por la ciudad, su busto es vestido por el capellán Eligio González Jr., quien le coloca joyas y lo baña en repetidas ocasiones con bebidas alcohólicas, para después colocarlo en el vehículo y bajo acordes de música de banda iniciar su desplazamiento.

En su mayoría, son jóvenes quienes abren paso a la procesión, sobre la calle Independencia.

Cada año, desde las primeras horas, su capilla, construida en 1979 a unas calles del Palacio del Gobierno, recibe a cientos de sus creyentes que agradecen los favores concedidos.

La leyenda

Su historia narra que Jesús Juárez Mazo, nacido en 1870 en el municipio de Mocorito, se convirtió en salteador de caminos, cuyas víctimas fueron los hombres más ricos de su época, a los cuales despojada de su dinero para repartirlo entre los pobres.

Lo de Malverde proviene, según se dice, de que se escondía en el monte para atacar y se le empezó a llamar “el mal verde”.

Con el paso del tiempo, su figura del "bandido generoso" se convirtió en una leyenda, por lo que el gobernador en turno, Francisco Cañedo, un 3 de mayo de 1909, a su captura, ordenó ahorcarlo en un árbol.

Según las historias tejidas con el paso de los años, sus restos fueron bajados del árbol por familias agradecidas por su bondad, bajo un montículo de piedras, en lo que fue la antigua colonia ferrocarrilera.

El hombre, agradecido por el milagro, se dio a la tarea de recaudar toda clase de ayuda para edificar la capilla, a menos de 100 metros de donde había sido sepultado.

Cuando se llevó a cabo el juicio contra el Chapo Guzmán, en Nueva York, se supo que en una salita de reuniones entre había una pequeña imagen de Malverde.

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