Un parqueo en Los Ángeles, Estados Unidos, se convirtió en una “aldea” de minicasas prefabricadas, una iniciativa para ayudarle a las personas sin hogar a retomar sus vidas con normalidad.
En esta ciudad, la segunda más grande de Estados Unidos, decenas de miles viven a la intemperie. Sus tiendas colocadas en las calles y su angustia son fáciles de ver para cualquier residente o turista.
En el barrio de Tarzana fue donde se levantaron 76 casitas pagadas por el gobierno local. Cada una tiene 6 metros cuadrados y están equipadas con dos camas y estantes, así como con aire acondicionado y calefacción.
Con un costo de 6.500 dólares por unidad (unos 4 millones de colones), pueden montarse en solo 90 minutos. Eso sí, los sanitarios y las duchas son compartidos. Además, hay lavadoras y largas mesas para comer debajo de sombrillas.
Zuri-Kinshasa María Terry, de 46 años, acaba de instalarse en el lugar. Esta exdesnudista dice que terminó en la calle hace un año después de estar dos semanas en cuidados intensivos por covid-19.
“Era lo más espantoso en el maldito mundo estar allí (en las calles)“, dice Terry y agrega que todavía trata de asimilar el hecho de que pudo encontrar en esas diminutas casitas un lugar estable para vivir.
Además de permitir cierta privacidad, la principal ventaja de las minicasas es la seguridad, en comparación con vivir en la calle o en un refugio tradicional, aseguró ella.
Hasta que encuentren casa
Las casitas son vigiladas las 24 horas y, si bien los residentes no pueden dejarse las llaves de sus pequeños hogares, pueden bloquear el acceso desde el interior, explica Rowan Vansleve, director de finanzas y administración de Hope of the Valley, una ONG que gestiona el lugar.
“El proceso comienza con una ducha muy caliente, una comida excelente y luego la elaboración de un plan para ayudar al nuevo residente a salir de su situación precaria.
“Una vez que tenga un plan, le asignaremos una casa pequeña y trabajará en ese plan durante el tiempo que sea necesario”, explica Vansleve.
Los residentes tienen acceso a atención médica y terapia, y reciben tres comidas al día.
Se les da alojamiento durante tres meses, un plazo renovable hasta que el residente encuentre una vivienda permanente, explica Brandon Hanner, gerente de programas de la ONG para el sitio de Tarzana.
La raíz de la crisis
El primer conjunto de casas diminutas de Los Ángeles abrió a principios de 2021 y le siguieron varios más.
Mayer Dahan, fundador del Dream Builders Project, dice que las casas diminutas pueden ser una transición muy positiva para algunos.
Sin embargo, Shayla Myers, abogada principal de la firma legal Aid Foundation de Los Ángeles, asegura que hay una bronca para lograr esa transición: “Hay muy pocas viviendas accesibles para que la gente salga de estas instalaciones de refugio y acceda a una vivienda permanente”.
“No hay forma de resolver la crisis de las personas sin hogar sin abordar las causas fundamentales, que son la pobreza, la desigualdad de riqueza y la falta de opciones de vivienda accesible”, enumera.
Terry, quien finalmente pudo dejar las calles, reconoce que las casas pequeñas están lejos de ser una solución perfecta, pero por el momento la solución funciona.
Espera capacitarse para convertirse en agente de bienes raíces, una vez que su situación se estabilice.