Rayo es un perro con suerte. Cuando no está jugando en el jardín o descansando en su casa de Lima, Perú, está paseando entre playas y jardines en su casa de playa. Ni qué decir del agua, comida y cariño que recibe, siempre hay de sobra para él.
Cuesta imaginar que alguna vez este perro de unos 5 kilos, pasó días durmiendo en la tierra, esquivando golpes y buscando en bolsas de basura para matar el hambre.
Ha pasado poco más de un año desde que Rayo fue adoptado por Fernando, Quini, Tomás y Flavia Gaveglio. Para ellos fue un proceso simple y rápido pues fluyó con mucha facilidad. Para Isolda Cairampoma Ponce fue más bien un sueño hecho realidad pues llegó a pensar que nadie apostaría por él.
Isolda es quien rescató a Rayo. Esto fue como a mediados del 2017 y en ese momento lo llamó Saltarín. Lo había recogido de una calle en el Callao, al oeste del Perú, luego de que unos comerciantes le hablaran de él.
“Lo encontramos en completo estado de abandono, dormido entre el zacate. Había pasado días siguiendo personas para que le dieran comida o atención, pero solo encontraba rechazo. Algunos lo alejaban con palos, otros con piedras o patadas. Pese a todo, él también buscaba saltar y divertirse, por eso le puse Saltarín”, comenta Isolda.
Como estaba raquítico, Isolda lo llevó a un veterinario. Además tenía pulgas y garrapatas por todos lados, como suele suceder con los perros de la calle. Con un tratamiento de baños medicados y buena alimentación, Saltarín se recuperó rápido como para ser puesto en adopción. Sin embargo, no hubo la respuesta esperada.
“Lo ofrecía en Facebook, en la página ‘El Arca de Noé’ de la revista Viú de El Comercio, pero nadie llamaba por él. Cuando uno publica fotos de perritos de raza o que parecen de raza, ahí sí llueven las llamadas, pero con los cruzaditos es muy difícil”, explica Isolda.
Hasta que un día entró la llamada esperada. Preguntaban por Saltarín, Isolda no lo podía creer. Habían pasado 8 meses desde su rescate.
Al otro lado de la línea estaba Quini. Sus hijos Flavia y Tomás habían sido los promotores de esa llamada luego de ver la foto de Saltarín. Hacía poco habían perdido a su Pastor Alemán Sally y sentían un vacío en la casa.
“Era como si faltara algo”, comenta Flavia. “Se me ocurrió buscar otro perrito, pero que no fuera de raza, quería uno rescatadito. Había escuchado de mis amigas que los perros rescatados son más cariñosos y agradecidos. Poco a poco fui convenciendo a mis papás de adoptar uno. Tomás también fue parte de la idea”, agrega.
Finalmente en enero del 2018 toda la familia se enrumbó al Callao, ciudad de Perú, para recoger al perro. A nadie le convencía el nombre Saltarín, así que en el camino todos tiraron ideas para el nuevo nombre. Tomás sugirió Rayo y apenas entraron a la casa de Isolda, ella advirtió “Cuidado cuando abran la puerta que el perrito es bien rápido”. En ese momento los Gaveglio supieron que Rayo calzaba perfecto.
Fernando había sido el más difícil de convencer. De hecho, luego de la muerte de Sally, él ya estaba pensando en comprar otro perro, pero Flavia y Tomás lo convencieron de adoptar uno.
“Tenía mis dudas, pero ha resultado excelente. No muerde las cosas y hace sus necesidades en el jardín. Es muy raro que haga una travesura, es muy educado y tranquilo”, comenta Fernando.
Con Quini el trámite fue más fácil. Ella ya había vivido de cerca la experiencia de la adopción de una mascota luego de que su hermano rescatara de la calle a un perro sarnoso y lo rehabilitara. A su mamá de 83 años le chocó la idea al principio, hoy ese animal es su mejor compañía.
“Si tenemos tantos perros sin dueño, ¿por qué comprar uno? Mejor darles casa a los que están deambulando por el planeta antes de seguir trayendo más perritos en serie”, comenta Quini.
Dicen que adoptar un perro no solo cambia una vida sino todas las que están al rededor. Como dice Quini, Rayo pasó de mendigo a millonario y tanto ella como su familia pasaron de extrañar a su Sally a sentirse felices de darle familia a uno que la necesitaba. Por su lado, Isolda también ganó paz y tranquilidad al saber que su Saltarín estará bien cuidado.
“Yo soy bien exigente con los perros que doy en adopción, no los suelto así no más. Ese día incluso acompañé a Saltarían hasta la casa de su nueva familia, recién me relajé cuando comprobé que él estaría bien”, dice Isolda.